Suker adorna Chamartín
El Madrid golea al Valencia con rachas de juego brillante y se sitúa líder
Cuando el fútbol gravita sobre los grandes jugadores los sueños se hacen realidad. Y Chamartín, que este año ha soportado más dé una pesadilla, vivió una hermosa jornada enganchada a los pies rutilantes de Davor Suker. El croata adornó el estadio con tres goles, uno de ellos para empacharse frente a los videos, y devolvió al Madrid al primer puesto de la Liga. Todo a costa del Valencia, un equipo que vive momentos de confusión, enredado en una época de transición. Su paso por Madrid fue sólo un tránsito irrelevante entre Luis y Valdano. El Madrid se aprovechó de las dudas valencianistas y decoró el partido con algunos detalles de grandeza: la que distingue a futbolistas de ensueño como Suker, Mijatovic y Raúl.Y ayer fui el turno del Madrid de Suker y Seedorf. Como otras veces es el de Mijatovic o el de Raúl. La fragancia de estos jugadores está por encima de todo: de una mala tarde, de un entrenador de aspecto espartano, de los susurros inquietantes de la hinchada... Sin ellos el Madrid se atraganta. Como le ocurrió en el tramo inicial frente al Valencia. Pasmado y, sin ritmo alguno, vivió un cuarto de hora de angustia, acentuada cuando Karpin le dio la puntilla tras aprovechar Vlaovic un error de Alkorta. El vasco, que sufre mucho cuando participa en defensas en línea, se equivocó al achicar y entregó el gol del ruso. Chamartín torció el gesto y Capello se asomó a las cámaras de televisión. Ya saben, montó eso que algunos llaman espectáculo y no es más que una concatenación de gestos malhumorados de un profesional que amplifica su tensión frente a los focos. Todo era ajeno al juego. El fútbol no había brotado cuando apareció Suker, un tipo que disfruta del oficio con una sonrisa grapada en sus labios. Fue un gol repleto de virtudes.
Listo como pocos, gran conocedor de la génesis de este juego, el croata emprendió un desmarque dejándose caer hacia un costado, algo que irrita sobremanera a las defensas con tres centrales. ¿Quién debía seguirle, Engonga u Otero? Seedorf adivinó la confusión y le dibujó un pase extraordinario que otro no hubiera acertado a retener. Suker, sí. Porque es un privilegiado y por eso dejó la pelota en coma sobre su empeine. Dormida y acomodada a su izquierda, su cañón ejecutor. La exquisitez de Suker engrandeció el partido. Al Valencia, muy pulcro hasta entonces en el manejo de la pelota y en esquivar la presión capellista en la médula del campo, todo se le hizo cuesta arriba. Quedó intimidado. No era para menos. Cualquiera hubiera sentido un cosquilleo en las tripas si futbolistas como Suker deciden pasar una buena tarde. Y no digamos si Mijatovic, Seedorf y Raúl se animan y forman pandilla. Cuando su juego rima hay que temblar. La espoleta de Suker les unió, se juntaron durante un buen rato y desencajaron al Valencia, que había aterrizado con demasiada calderilla, sin Fernando, López, Camarasa y Romario. Y en un pis-pas, el Madrid volcó el marcador. También por obra de Suker y de nuevo con Seedorf en el punto de partida.
De cara en el marcador, Suker y sus amigos dejaron el encuentro a pies del resto de sus compañeros. Irrumpió un Madrid fortificado, bien posicionado para cerrar todos los rincones y espantar cualquier amenaza valencianista. Redondo y Seedorf -autor de tres asistencias soberbias- impusieron sus galones y dejaron sin aliento a Mendieta y José Ignacio, encargados de la fontanería visitante en la zona media. Nada más se supo del Valencia en ataque, salvo un remate liviano de Moya que blocó IlIgner sin dificultad alguna. Con Karpin y Moya incapaces de pegar las líneas, el Madrid pasó el resto de la tarde muy relajada. Sin apreturas, aprovechó un arreón inicial del segundo periodo para engordar el marcador y supeditó el resto de la jornada a las ansias de disfrute de sus artistas. Que ayer eran muchos. El partido se iluminó con taconazos, pases con escuadra y cartabón, y carreras vertiginosas. Qué lujos: el madridismo no paraba de aplaudir, sacudía palmas sin descanso. El encuentro derivó hacia aspectos tangenciales al juego, pero no por ello menos relevantes.
Suker (12 goles) quería cazar a Ronaldo (13) en el Pichichi; Mijatovic reclamaba su trozo de tarta en una noche goleadora y Raúl pedía paso en la constelación de estrellas con las que convive. Pero el deleite duró lo que tardó Capello en tomar el bastón de mando y enviar a los tres, uno a uno, a la ducha. Quizá no recordara que dentro de quince días desfilará por Chamartín el Barca. Ayer, Suker le birló el liderato, pero también podía haberse codeado en el púlpito de los goleadores con Ronaldo. Ya se sabe que la hinchada es muy sensible a estos detalles. Los gurús tienen una calculadora menos pasional.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.