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Un abogado se 'atrinchera' en su coche para evitar que la grúa lo retire

"Rabia, impotencia, indignación...". A Juan José Santelesforo, abogado de 31 años, no le faltan adjetivos para definir su estado anímico cuando anteayer se vio en pleno centro de Madrid, dentro de su Peugeot 205 y éste subido en una grúa. Fue un indeseado recorrido turístico a paso de grúa y atascos que comenzó con la retirada de su vehículo en la confluencia de las calles de Antonio López y San Delfin. Y que, tras franquear el Madrid de los Austrias, con él al volante y contando el caso a sus compañeros de bufete a través de un móvil, se detuvo en el penumbroso depósito municipal de la plaza del Carmen.Un furgón de la Policía Local y dos agentes en moto le escoltaron en su amarga gira, que discurrió por la puerta de Toledo e inmediaciones de la plaza Mayor antes de adentrarse en el oscuro depósito. Mientras hablaba con mis compañeros del despacho a través del móvil, la gente de la calle me miraba...", cuenta Juan José. Lo hace en tono de humor por no llorar. Había estacionado el coche, explica, "en una zona donde no obstaculizaba el paso, ni de peatones ni de vehículos". Al ir a recogerlo, se topó con dos policías y un hombre embutido en un mono azul que colocaba unas calzas con ruedas a su turismo y preparaba el cable de acero para elevarlo.

Su afán por convencerles de que el vehículo "no estorbaba" y que era injusta su retirada cayó en saco roto. Al notar que todo eran oídos sordos, Juan José tiró incluso de la legislación viaria. "¡Sabe usted mucho de leyes ... !", le soltó un agente, sin apenas mirarle, preocupado en rellenar la denuncia, impuesta "por aparcar en una intersección", reza el papel oficial.

"Déme su documentación y la del vehículo", le pidió el guardia a renglón seguido. "Si quiere llevárselo, tiene que pagar, ahora, 5.000 pesetas". Juan José se negó. "No tenían motivos para llevárselo: no lo habían subido aún, el dueño del coche, yo, estaba allí y, además, no concurría ninguna de las circunstancias legales que permiten la retirada de un vehículo por la grúa", les argumentó Juan José. "O paga o lo retiramos"; contestó un agente. Ocurrió lo último.

Transeúntes espontáneos

Juan José se subió entonces a su coche. Los agentes, impertérritos, y tras consultar con un superior, lo izaron, frente a miradas atentas y comentarios de los transeúntes; la mayoría, de apoyo al letrado. Se quedaron en las aceras próximas para ver en qué quedaba la cosa y si los agentes eran capaces de llevarse a ambos. Lo fueron.Ya en el oscuro depósito municipal, Juan José se apeó, y siguió en su empeño de convencer a los agentes de la iniquidad que habían cometido con él. Fue inútil. O pagaba 19.000 pesetas o Emitra [empresa de la grúa] retenía el coche allí. Pagó, pero nada más salir, lleno de impotencia, redactó una denuncia "por prevaricación [actuar a sabiendas de que es injusto]" contra los agentes municipales. Un juez decidirá ahora de parte de quién estaba la razón.

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