El lenguaje judicial
Uno piensa que, mientras el poder judicial no cambie de estilo, no sea más autocrítico, no se habrá alcanzado un verdadero Estado democrático en este país. Cuando un ciudadano, simplemente, por ejemplo, se divorcia, puede recibir telegramas de su juzgado competente, con ese "tufillo estalinista" de los años de la Maricastaña franquista: "En Resolución de este Juzgado, se ha acordado citar a usted para que comparezca ante el mismo, bajo apercibimiento de que le deparará el perjuicio a que haya lugar en derecho en caso de no hacerlo". ¿Y qué perjuicio me depara, si no puedo acudir en fecha y hora?, se pregunta el honrado ciudadano. ¿La incomunicación, la deportación, el destierro?El ministro Ledesma auguró, en los mejores tiempos del socialismo reciente, que había que conseguir un mayor acercamiento de la ciudadanía al poder judicial. ¡Noble propósito! Pero en realidad no se ha conseguido ni siquiera que su semántica y su sintaxis estén más próximas a los españoles, que se quedan perplejos cuando les da por leer una ditirámbica sentencia, a modo de gramática parda, sin comas, sin descansos, sin indulgencia, sin esperanza, pero, eso sí, con esa acritud de estilo que Felipe, tantas veces, nos ha dicho que se debe desechar.-
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