_
_
_
_

Ordenadores y calceta

34 trabajadoras acuden cada día a una empresa cerrada para ser indemnizadas

Antonio Jiménez Barca

La empresa Informática Madrid, SA, que hasta hace un mes se ocupaba e grabar datos estadísticos e informes de todo tipo en ordenador, no tiene ya clientes, ni pedidos, ni jefe. Sólo una treintena de trabajadores abandonados a su suerte que día tras día, desde el 15 de octubre, acuden a esta nave situada en el barrio de Legazpi y ocupan su puesto en el sentido más literal de la palabra. Para que no les acusen de abandonar el trabajo voluntariamente y así perder la indemnización por despido, cada mañana entran a las ocho menos cuarto y no se van hasta las tres de la tarde, aunque no haya absolutamente nada que hacer. Durante este tiempo juegan a las cartas, hacen punto, rellenan crucigramas, tejen manteles, comen pastas o charlan sobre el futuro, que se adivina oscuro. Los trabajadores (34 chicas y un chico, la mayoría de 25 años) piden que no se les despida por las buenas. Sostienen que el propietario, un buen día, dejó de ir a su empresa y desde entonces todo es incertidumbre. La empresa, por su parte, ha presentado un expediente de regulación de empleo por incapacidad de hacer frente a los pagos, pero esto no satisface a los trabajadores, que creen que su antiguo patrón tenía dinero. Cuando trabajaban, cobraban unas 100.000 pesetas de media por meter datos en los ordenadores. "Nos descontaban del sueldo hasta los minutos que pasábamos en el servicio", afirman. Ahora, ni siquiera les queda el remedio de coger los equipos informáticos de la empresa. y largarse cada uno para su casa con una pantalla: son tan viejos que nadie los compraría.

Las únicas visitas que reciben son las de los variopintos acreedores que se marchan sin cobrar: la empresa debe cuatro meses de alquiler, el agua, el teléfono, la luz y la calefacción. De hecho, los trabajadores temen que la semana que viene la compañía eléctrica les corte el suministro y se queden a oscuras y con frío. Pero ni con ésas cejarán: "Esto va para largo. En navidades nos vemos así, con abrigos encima, pero aquí", decían ayer.María del Carmen Egido, hasta hace poco administradora y actualmente "liquidadora" de Informática Madrid, SA, cuenta que la empresa perdía dos millones. al mes y que la dirección ofreció hace meses a los trabajadores que, si accedían a un expediente de regulación de empleo para 10 de ellos, los demás podían salvarse. "Y no. aceptaron", añade Egido.

Luis Díez, miembro de CC OO que se ocupa del caso, sostiene que esto es "mentira". "No nos enseñaban las cuentas y no garantizaban que el resto de trabajadores iba a continuar trabajando", afirma este sindicalista. La pelota está en el tejado de la Inspección de Trabajo, que decidirá si el empresario ha abandonado a los trabajadores llevándose el dinero o si se encontraba realmente en bancarrota. Mientras, las 34 trabajadoras y un trabajador seguirán al pie del cañón aunque no haya nada que hacer.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_