Los rumanos votan por el cambio político y desalojan del poder a los ex comunistas
ENVIADO ESPECIAL La era del dominio ex comunista toca a su fin en Rumania, sea cual fuere el desenlace de la ronda final de las elecciones presidenciales, el próximo día 17. Los rumanos, según los primeros resultados parciales de la doble jornada electoral, han votado por el cambio, desalojando del poder a quienes lo controlaban desde 1990. La oposición centrista, jubilosa, sacaba ayer ocho puntos de ventaja al partido gobernante del presidente Ion Iliescu en los comicios parlamentarios. El propio Ion Iliescu, auténtico factótum del país, ve ahora peligrar su reelección al frente de la jefatura del Estado, a pesar de aventajar en cinco puntos a su rival, Emil Constantinescu.
Con cifras difundidas anoche por la comisión electoral, que ha escrutado el 74% de los colegios, la coalición opositora Convención Democrática, que encabeza el profesor Constantinescu, obtiene el 30% de los votos al Parlamento, frente a un 22% de la Democracia Social de Rumania, ex comunistas. La alianza reformista encabezada por Petre Roman, aliado de la Convención, figura en tercer lugar con un 14% de los sufragios. En los comicios legislativos de 1992, el partido de lliescu obtuvo un 27% de los sufragios y la oposición tan sólo el 20%.Con una participación próxima al 70%, los rumanos acudieron el domingo a las urnas para designar a quienes deben llevar a este empobrecido país surbalcánico al umbral del próximo siglo.
La impresión preliminar de los observadores internacionales que han presenciado los comicios, terceros desde el desplome del comunismo en 1989, es que éstos han sido suficientemente libres y limpios. Su veredicto, dijeron ayer, es que las numerosas irregularidades técnicas observadas no han comprometido el sentido del voto.
La carrera por la presidencia se dirimirá en segunda vuelta el próximo día 17 entre Ion lliescu, que se presenta por tercera vez, y Emil Constantinescu, un experto en mineralogía que ya cayó en 1992 ante el actual jefe del Estado rumano y que se ha presentado ante sus conciudadanos enarbolando el catecismo de la honradez, frente a la rampante corrupción de la que se acusa al partido gobernante.
Según los datos preliminares, Iliescu aventaja en cinco puntos (33%) a su contrincante centrista. El ex primer ministro Petre Roman, un antiguo aliado de lliescu convertido en implacable enemigo, alcanza el 21% de los votos, ocho puntos más que su partido en las elecciones al Parlamento. Roman ha asegurado que hará campaña para Constantinescu.
Aunque parciales, los resultados suponen un vuelco político para un país donde los antiguos comunistas, con diferentes nombres, no han dejado nunca de mandar tras la caída y ejecución de Nicolae Ceaucescu. Para Ion Iliescu, que controla Rumania ejerciendo unos poderes mucho más allá de los que le concede la Constitución, el voto parlamentario de sus conciudadanos es un formidable varapalo. Ideólogo y patrón de la Democracia Social -aunque la ley fundamental le veta la pertenencia formal al partido gobernante-, un lliescu de nuevo presidente, atado corto, no podrá ser más que la sombra de lo que es. En el peor de los casos, la oposición puede copar el Parlamento y la presidencia de la República, dando a Rumania un giro de 180 grados.Negociaciones
Las negociaciones políticas, que serán largas, han comenzado ya tras las bambalinas. Con aire de naufragio en las experimentadas filas del poder, donde ya se avizora una limpieza del petrificado partido de la nomenklatura. Y de confusión en la heterogénea oposición, formada por dos grandes bloques de partidos y donde se duda mucho de la capacidad de liderazgo de Constantinescu, a quienes muchos tildan de ingenuo. Éste pidió ayer prudencia al señalar que "es mucho más difícil administrar una victoria que conseguirla".
Como un Gobierno de coalición será inevitable en Rumania, el primer interrogante es si la oposición vencedora -Constantinescu más Roman- será capaz de entenderse entre sí y con otras pequeñas formaciones, la más destacada de entre ellas la de la minoría húngara, que obtiene alrededor del 6% de los sufragios y se configura como la cuarta fuerza política del país. La única otra alternativa sería acabar pidiendo apoyo a los ex comunistas de lliescu. Pero para semejante viaje, opinan dirigentes de la Convención, no habrían hecho, falta alforjas.
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