_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Ciudadanos europeos?

Si el "coraje moral es el único que no necesita víctimas" (Stefan Zweig), la cobardía política no es considerada en general ni traición ni deshonor ni incompetencia. Sin embargo no sólo es habitual en nuestros días sino que produce efectos nefastos. La construcción europea es un ejemplo de ello.En las elecciones parciales recientemente celebradas. en Francia (para cubrir la vacante del ex ministro Tapié) se han enfrentado en la segunda vuelta un comunista contra un representante del Frente Nacional. Ambos con un discurso anti Maastricht, aunque Mei, del PCF (que ganó con el 60% de los votos), reconoció que la Unión Europea no era la cuestión principal y que ser crítico con el Tratado y la gestión que se hace del mismo no significa necesariamente estar contra Europa. E s decir, o se está contra la UE o se manifiesta indiferencia. Éste parece ser el estado de ánimo dominante entre las gentes llamadas a ser "ciudadanos europeos". En cambio, los líderes que se suceden en los Gobiernos, desde la derecha liberal a la social-democracia, expresan una singular unanimidad y una poco justificada autosatisfacción sobre la construcción europea. Y, parece ser, que nunca los sacrificios, por muchos que sean, serán vanos si es en cumplimiento de este objetivo histórico.

Las llamadas a la "ciudadanía europea?' se han vuelto una licencia retórica indispensable en cualquier discurso político de gobernantes (o que aspiren a serlo). En general no se sabe muy bien si se nos dice que ya somos "ciudadanos europeos", si estamos en vías de alcanzar este status o si lo seremos, sí hacemos bien nuestros (dolorosos) deberes. En todo caso, la ciudadanía europea se entiende que es una superciudadanía multiplicadora de derechos y de bienestar.

Si es así, ¿por qué las gentes no lo entienden? ¿Por qué ganan adeptos los discursos, minoritarios y demagógicos muchas veces de líderes anti-Maastricht? ¿Por qué incluso en España, uno de los países con más vocación de integrarse en la UE y que obtiene más ventajas, Europa inspira más temor que entusiasmos? Respuesta: es difícil creerse que somos o estamos en camino de ser ciudadanos europeos.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

En Europa, a trancas y barrancas, con luchas sociales, guerras y dictaduras por en me dio, se han construido sistemas políticos democráticos (de ámbito estatal) y sus gentes han adquirido el estatuto de ciudadanos. Es decir, sujetos con importantes derechos civiles, políticos y sociales que les garantizan libertades y bienestar. El es tatuto ciudadano es efectivo por medio de instituciones y procedimientos que deben asegurar la universalidad en el ejercicio de estos derechos. Democracia y ciudadanía tienen además su imagen ideal en un pro yecto colectivo ("La nación" de la Revolución Francesa es el paradigma) formalizado en una Declaración solemne de derechos.

Todo esto falta en la construcción europea. Falta el coraje político, además, para planearlo y luchar por ello. No hay ni Declaración de los derechos ciudadanos ni Constitución Europea. El Parlamento europeo no es una Cámara legislativa y con capacidad de controlar al Ejecutivo. Y es elegido según un sistema (circunscripciones nacionales) que impide tanto la relación directa elector-elegido (lo cual se conseguiría si los parlamentarios correspondieran a territorios locales o regionales) como la fortifación de voluntades políticas, europeas explícitas (mediante listas supraestatales).

El Consejo Europeo y la Comisión actúan según los principiosde opacidad, distancia, e irresponsabilidad (con independencia del valor, muy desigual de sus componentes). Elitismo tecnocrático.

La Corte de Justicia tiene un ámbito competencial reducido y es poco accesible. Y, curiosamente, en el Tratado no se incluyó finalmente "Ia protección de los derechos de los ciudadanos".

El Congreso Económico y Social es inoperante y de escaso prestigio y el Comité de Regiones (y Ciudades) de nacimiento reciente y con fórceps es una promesa que las instituciones comunitarias no parecen muy dispuestas a convertir en realidad operativa.Falta un espacio comunicacional y participativo europeo, es decir, un ámbito político que vaya más allá de lo institucional. Por ahora, las redes y los movimientos europeos (de ciudades y regiones, sindicales y sociales, profesionales y culturales, etcétera) son casi siempre superestructuras con escasa capacidad de movilización y de presión.Y por último, pero no es lo último en importancia, la Unión Europea se desarrolla según un esquema economicista hipercompetitivo en tanto que se dejan las políticas públicas sociales al albur de los objetivos cambiantes y de los recursos limitados de los Gobiernos nacionales. Precisamente la gran conquista de la ciudadanía en Europa, a lo largo del siglo XX, ha sido su dimensión social. ¿Cómo los europeos pueden considerarse ciudadanos de la UE cuando se les dice, por ejemplo, que "la política de empleo no es un asunto comunitario"? ¿Qué es lo que falla entonces? ¿Por qué asistimos, a un proceso constructivo desprovisto de "sentido" para la mayoría de, las . gentes. implicadas en el, mismo?Con el permiso de ustedes, permítanme la arrogancia de la respuesta: falta el conflicto. La construcción de los Estados democráticos y de la ciudadanía ha sido a lo largo de los siglos una, resultante de múltiples conflictos: sociales, de valores, Institucionales. Europa hoy se Construye según un consenso blando, una participación pasiva y un funcionamiento tecnocrático que impide su progreso cívico y social. Necesitamos construir un espacio conflictivo europeo. Hay que generar oportunidades de confrontación, campañas movilizadoras con objetivos sociales, culturales y territoriales. Los principales adversarios de Europa no son los anti-Maastricht, sino las élites del poder europeo. Por ello, a pesar de ambigüedades y demagogias, los referendos son momentos europeístas fuertes. Quizás los más críticos son los más europeos. Incluso a pesar suyo.

Jordi Borja es urbanista.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_