José María Plaza: "El festival va a cambiar mi vida"
El diestro, inutil por una cornada, recibe mañana el homenaje de los toreros
El matador de toros madrileño José María Plaza, de 27 años, a quien una cornada gravísima a principios de 1995 dejó inútil para la profesión torera, verá cumplido mañana, por fin, uno de sus sueños: un festival de homenaje en la plaza de Las Ventas con seis de los mejores matadores del momento: Ortega Cano, Joselito, Jesulín de Ubrique, Finito de Córdoba, Rivera Ordóñez y el novillero Morante de la Puebla. Todos torean gratuitamente reses regaladas por otros tantos ganaderos. Plaza está convencido de que ese festival va a cambiar su vida.
El festejo se celebra un año y siete meses después de que un toro de Cemuño le infiriera una cornada gravísima en la ingle derecha, en la plaza de su pueblo, Torres de la Alameda, Madrid, por la que ha estado a punto de perder la pierna. "El festival va a cambiar mi vida", dice Plaza, casado y con una hija de seis años. "Por todo lo que ha pasado va a ser una de las cosas más importantes de mi vida. Supone el reconocimiento de las gentes del toro, a las que estaré siempre agradecido, y me da una estabilidad que no tenía. Me va a hacer replantear el futuro. Ahora me gustaría estudiar Derecho".Plaza ha perdido la sensibilidad de la rodilla al pie de la pierna derecha, en la que ha sufrido una docena de operaciones, y se ayuda de muletas para caminar. Ha pasado momentos muy duros. El peor, cuando asumió que nunca podría volver a torear. "Fue en diciembre del año pasado, de vuelta de Zaragoza, donde me operó el doctor Val-Carreres, que es quien me ha salvado la pierna", recuerda. "Entonces supe que el toreo se había acabado para mí. Fue terrible. Desde los nueve años no había hecho otra cosa que torear". Plaza no encuentra explicación a su temprana vocación torera. "Yo, con nueve años, corría las becerras en las fiestas de mi pueblo y a los 11 le dije a mi padre que quería entrar en la Escuela de Taurornaquia". "Lo mío por los toros era pasión. Yo ya leía entonces las crónicas taurinas de los periódicos", afirma.
Cuatro años, de los 12 a los 16 años, en la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda, donde aprendió bien el oficio pues nada más debutar con picadores, en marzo de 1987, alcanza el éxito. "En esa primera temporada con caballos maté 33 novilladas, sin que me costara un duro", dice. "Claro que el toreo estaba mejor que ahora". Al año siguiente triunfa en San Isidro y termina el primero del escalafón, con 47 novilladas. Era uno de los novilleros más prometedores.
Pero en 1989 empieza el declive. Ausente de las primeras ferias del año, decide tomar la alternativa en Tarragona, en julio, y esa temporada sólo mata otras seis corridas de toros. En 1990 actúa cinco tardes, una de ellas la de confirmación en Las Ventas, en la Feria de San Isidro, sin éxito. Las restantes temporadas se desarrollan de forma similar.
Hasta que llega la temporada de 1995. El 5 de marzo un toro le destroza el triángulo de Scarpa, la misma zona donde un novillo le había corneado años antes. "Sentí el mismo dolor que la otra vez. Sabía que la cornada era muy fuerte". Le intervienen en la plaza y, por la noche, en un hospital de Madrid. "Cuando me despierto, la cirujano que me operó me dice que es muy posible que me tengan que amputar la pierna. Se me vino el mundo abajo. Los siguientes días lo pasé muy mal: en cualquier momento me podían bajar al quirófano para cortarme la pierna".
Plaza sufriría otras tres operaciones en Madrid, en una de las cuales le seccionan el nervio ciático. A partir de entonces pierde la sensibilidad desde la rodilla. Visita al doctor Val-Carreres, que le descubre una infección que estaba carcomiendo la pierna y logra atajarla. Después, cinco operaciones más para reconstruir el pie, totalmente descarnado. Este verano será operado otra vez. "Sólo yo sé lo que he pasado durante meses", dice Plaza, "y no se lo deseo a nadie. Por eso, que te organicen un festival como éste en Madrid es algo que no se paga con dinero".
¿Por qué no triunfó como matador? "Me lo he preguntado muchas veces y la única respuesta es que me faltó ambición cuando mejor tenía las cosas. No vi las orejas al lobo a tiempo".
Babelia
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