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El sello del gran golpe

Dos violentos especialistas desvalijan en un atraco de precisión la cámara acorazada de una importante empresa filatélica en Madrid

Jan Martínez Ahrens

Eran las 19.12 del jueves en una entreplanta de la selecta calle Lagasca, de Madrid. El vigilante jurado Juan Carlos Arellano, de 24 años, oyó un golpe seco en la puerta de servicio. Abrió creyendo que se trataba de un empleado y se encontró con un puñetazo en plena cara y un revólver frío y negro besándole el ojo derecho. No hicieron falta palabras. Dos ladrones, cubiertos con pasa-montañas azules, acababan de irrumpir en la sede social de Afinsa, una de las más importantes empresas de inversión en filatelia, numismática y arte de España.El objetivo de los atracadores era la cámara acorazada de la oficina. Un espacio de unos seis metros cuadrados de puro blindaje y con cerca de mil millones de pesetas en sellos que la empresa prefirió no especificar, pero entre los que se encuentran rarezas mundiales- Para burlar las alarmas y atravesar el blindaje, los atracadores actuaron con precisión milimétrica. Esperaron a que la veintena de empleados se marchase -el último salió sobre las 18.50- y escogieron para entrar el instante en que el vigilante jurado, sin porra ni pistola, empezaba a cambiarse de ropa para irse. Era el momento perfecto, ya que en esos escasos minutos el cierre de la cámara acorazada permanece desconectado. Una vez dentro, los ladrones cerraron la puerta de servicio y se ensañaron con su único obstáculo. "Me cogieron del cuello y me golpearon en la cara hasta que perdí el conocimiento. Luego, cuando abrí los ojos, tiré una lámpara con el pie. Entonces ellos me arrojaron encima de una mesa y me comenzaron a pegar. Eran muy violentos, sobre todo uno que iba con una camisa vaquera negra", recuerda el vigilante. El hombre, ensangrentado, quedó atado a una mesa. Un nudo de bramante le impedía mover pies y manos.

Así, con el guardia reducido, las puertas cerradas y la alarma desactivada, los ladrones actuaron a placer. Cruzaron un pasillo y una sala decorada con acuarelas de Ureña y serigrafías de Rafael Alberti, bajaron hasta la habitación blindada, de unos 12 metros cuadrados, y abrieron la cámara acorazada con la misma facilidad que si se tratase de un frigorífico. Allí dentro les esperaban 140 cajetines, algunos de ellos atiborrados de auténticos tesoros filatélicos. Los atracadores, con ayuda de una palanca y un taladrador, empezaron su faena.

Entretanto, a unos pocos metros, Arrellano se hundía en la desesperación: "Yo no podía ver nada porque estaba fuera de la habitación, pero estaba seguro de que, cuando subiesen, me matarían. Era terrible, atado de pies y manos, y esperando mi muerte".

Los ladrones, sin embargo, tenían otros planes. Lejos de reventar la cámara al completo, se limitaron a 35 cajas de caudales. Sólo 35, cuyo contenido, además, desparramaron por el suelo. ¿Por qué? La empresa, cuyos operarios recogían ayer con pinzas los sellos deperdigados, carecía de respuesta y aun estaba evaluando los daños. "No sabemos cuánto ni qué han robado, ni siquiera sabemos si se han llevado sellos de gran valor. Puede incluso que se decepcionasen al descubrir que todo eran sellos", afirmó el portavoz de Afinsa. La policía, en cambio, barrunta que pueda tratarse de un robo por encargo. Se trataría de un coleccionista, que, deseoso de conseguir una pieza única, habría contratado a unos especialistas para dar el golpe. De ser cierta esta hipótesis, los ladrones, una vez encontrado el sello encargado, habrían abandonado su tarea. De hecho, a la hora y media de trabajo se marcharon. Pero no sin antes despedirse.

"Al irse me propinaron una patada durísima en los riñones", comentaba el guardia, quien, una vez solo, hizo mil malabarismos para tirar un teléfono al suelo y, con el pie, marcar el teléfono de la policía. Ayer, el hombre seguía ingresado en un hospital. Su rostro amoratado mostraba el sello que los ladrones imprimieron al robo.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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