Una buena familia.

"La familia era muy buena. Yo no quería que ellos supieran que pretendía marcharme estando todavía allí dentro. Me daba pena que pensaran que lo hacía por dinero. Eran buena gente. Me hubiera quedado uno o dos meses, pero un año era demasiado", comenta Carlos. "Nuestra obsesión era que la familia no fuera a pensar que nos queríamos llevar a Carlos por su nivel económico, pero la casa no reunía el mínimo de condiciones", insiste el padre, Enrique González Macho.En este programa de la organización EF, las familias no cobran por alojar a los estudiantes. EF confía en la versión de su delegado de zona en Akron (Ohio), David Haniman. "Se comprobó la casa y las condiciones económicas de la familia, podían atender al alojamiento del chico", explica Francesca Colt, directora del programa Año escolar en el extranjero al que se había apuntado Carlos. "Las condiciones no eran tan exageradas como decía el niño" subraya Colt. "Hemos remitido una carta a los padres de cuatro páginas y ahí se les dan todas las explicaciones necesarias"

Esas cuatro páginas, amén de exhibir un relato cronológico de la estancia de Carlos en Akron, recuerdan a los padres que no tienen derecho a la devolución de las 956.000 pesetas porque, en contra de lo que se especifica en el contrato, Carlos abandonó el programa. EF propone que se apunte a partir del próximo enero, con la incorporación de nuevos compañeros. "No me fío", dice el padre de Carlos; "no estoy dispuesto a probar de nuevo con EF".

Ésta no es la primera reclamación contra EF que aparece en la prensa (EL PAÍS, 27 de julio 1996), una organización que cuenta con delegaciones en casi todas las capitales de provincias y que es una más dentro del abanico de empresas que movilizan todos los años un total de 200.000 jóvenes, las tres cuartas partes de ellos, en cursos lingüísticos de verano.