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Le Pen reitera ante 50.000 seguidores que no todos los hombres son iguales

El Frente Nacional (FN) ha dado un paso más hacia su completa institucionalización en el panorama político francés. Ayer, en los jardines de Reuilly, en los alrededores de París, el FN celebró su fiesta Bleu-Blanc-Rouge (azul-blanco-rojo), los colores de la bandera nacional. Ante 50.000 asistentes, según los convocantes, Jean Marie Le Pen reafirmó, aunque con más delicadeza, su reciente proclamación de que no todos los hombres son iguales. Su lema esta vez fue: "Constato las profundas diferencias existentes entre los hombres y los grupos de hombres".

El número de asistentes -50.000 en el momento de los discursos, según fuentes del Frente Nacional- superó ampliamente al de años anteriores y, por vez primera, los tenderetes de símbolos nazis o fascistas cedieron su lugar a quiénes reclamaban la afiliación sindical a las crecientes secciones corporativas del FN. Los tipos con el cráneo afeitado y uniforme militar se transformaron ayer en la fiesta del FN en muchachos encorbatados, y los propietarios de grandes perrazos vieron como se les prohibía la entrada al recinto. Todo un símbolo de la respetabilidad buscada por el Frente Nacional.El jefe apareció ante el inevitable decorado tricolor y repitió, pero con mucha mayor precisión y cuidado, las ideas provocadoras con las que, desde hace quince días, se ha erigido en el incómodo punto de referencia para todos los grupos políticos franceses. "Como humanista y como cristiano", dijo, "creo en el principio moral de la igualdad en dignidad entre los hombres". Pero Le Pen tiene otras personalidades o puntos de vista pues si "como político líder de un movimiento democrático respeto la igualdad de derechos y deberes entre todos los ciudadanos" porque así lo impone la Constitución, como "ciudadano libre constato las profundas diferencias existentes entre los hombres y los grupos de hombres". En definitiva, el señor Le Pen, a título individual, cree en "la desigualdad racial", el diputado Le Pen respeta la ley, y el cristiano Le Pen dice que todos somos criaturas de Dios.

Si las preocupaciones racistas y xenófobas, asociadas al sentimiento de inseguridad, son el principal motor del crecimiento del FN, el partido está cambiando de piel. Una reciente encuesta demostraba que los votantes del FN son quienes mejor conocen el programa del partido por el que emiten su sufragio. Además el FN capitaliza la fatiga o decepción que despiertan los otros partidos que, de una manera u otra, han tenido oportunidad de ejercer el poder en el transcurso de los últimos quince años. El FN ha sustituido en parte al Partido Comunista Francés -"somos la estatua del comendador, el último recurso de los franceses" dijo el presidente del FN- en su condición de gran partido antisistema, aglutinador del voto de descontentos o marginados. Le Pen advirtió ayer a los otros partidos de la derecha que "deben reflexionar atentamente pues si nos declaran la guerra la tendrán y serán los únicos responsables". En elecciones parciales recientes en el sur del país, el FN ha logrado, en la segunda vuelta, un 45% de los votos frente a candidatos sostenidos por gaullistas, liberales, centristas y socialistas. Cálculos recientes sitúan al FN como la fuerza determinante del sentido del voto de unas futuras legislativas en 150 circunscripciones.

Así pues, no se trata tan sólo de heredar desengañados y aumentar el número de militantes convencidos. El FN, con sus soluciones simples, -hay tres millones de parados y cinco millones de extranjeros en Francia: basta con instaurar la llamada "preferencia nacional" y todos los franceses, dicen, tendrán trabajo-, es hoy también un partido que capta una buena parte del voto popular y, en ese sentido, un partido fascista clásico, es decir, profundamente nacionalista e interclasista, que reconcilia a la derecha con la idea de ruptura o revolución.

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