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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Accidente

Madrid, jueves 19 de septiembre, 9.25 horas. Al incorporarme a la M-40 pasado el nudo del aeropuerto, en dirección norte, justo en la intersección freno porque ha habido un alcance. Una señora embarazada está de pie, llorando, junto a otra joven y un señor. Paro el coche y pongo los intermitentes. Le -digo que, si hay que llevarla a algún sitio, que si ha sufrido algún golpe, en vista de su estado. También le digo que se meta en el arcén porque corre peligro de ser atropellada, al tiempo que indico a los vehículos que vienen que aflojen. En vista de que, al parecer, sólo está nerviosa y asustada, le digo a la otra joven que hay que retirar los coches al arcén porque ahí son un peligro para todos. Así lo hace la joven y yo he de arrimar el coche de la señora embarazada, dado su estado de nervios.

En ese justo momento llegan dos motoristas de la Guardia Civil. Bueno, pues ellos se harán cargo de todo, pienso. El cabo, sin reparar en nada más, se dirige a mí y me dice, gritando y de malos modos, que retire mi coche (que estaba en batería, en un ángulo de 45 grados con - los intermitentes encendidos, y no estrictamente paralelo al arcén). Trato de explicarle cómo estaba la situación cuando yo llegué, que es diferente de la que él se encuentra. Sigue voceando, y yo le digo que, por favor, no me grite. Me dice que soy imbécil y que no tengo ni puta idea y que está hasta los cojones de ver accidentes provocados por quienes quieren ayudar. Trato de explicarle que en todo caso quizá habré evitado un accidente, y que, por favor, no me insulte. Pero no me escucha. Me voy hacia mi coche. Me vuelve a llamar imbécil, y yo le digo que el imbécil será él.

"Aparque ahí delante, en el arcén", me ordena. Llevo mi coche 20 metros adelante, aunque no podía provocar ningún accidente según presupone el guardia civil, porque delante de él, y eso sí con evidente peligro para la circulación, estaban los otros dos antes de que los guardias llegaran; en ese punto la incorporación se hace de derecha a izquierda, por lo que ningún vehículo podía venirse contra el mío, ya que los cambios de la circulación no eran de izquierda a derecha.

Trato otra vez de explicarle cómo estaba la situación antes de que ellos llegaran. No escucha. Yo - tengo que escucharle a él, que, a grito pelado, vuelve a de cirme que no tengo ni puta idea (esta vez ya no me insulta), etcétera. Con mucho trabajo, le digo que pregunte al otro señor que se ha parado a auxiliar. No le interesa, y el señor me dice que él se marcha, y que le ha dicho al otro agente que a ver si calma a su compañero.

Como la alternativa era jugarme una multa, cuya cuantía iba a decidir una persona muy alterada, opté por aguantar la filípica, a todas luces injusta. Pero no son maneras de tratar a un, ciudadano que sólo trata de

prestar ayuda, como exige el Código de la circulación y el sentido humanitario.

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