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El mejor Aznar

"Quiero sacar de ti tu mejor tú", escribió el poeta Pedro Salinas para gozo estético de todos nosotros. Pero, muy lejos del inefable universo lírico, en la áspera trama de la política, ése mismo verso campea como divisa orientadora de los esfuerzos desplegados por el infatigable Pedro Zola Rainírez hacia su asiduo compañero de padel. Son leales deberes hacia aquél "con quien tanto ha sudado" en la cancha, antes de su encumbramiento hasta la presidencia del Gobierno. Claro que esa misma pretensión de impulsar la excelencia la comparten los titulares de otros poderes en el ámbito mediático, económico, empresarial, bancario, sindical, religioso, autonómico, deportivo o ecológico, por poner sólo algunos ejemplos.Tan abrumadora coincidencia, facilitada sin duda por la tensión poética y el carácter anfibológico del verso, termina exactamente ahí porque, inmediatamente, cada uno de los integrantes del unánime coro propugna como "el mejor Aznar" precisamente aquél que mejor sintoniza con la promoción de los intereses -todo lo le gítimos y desinteresados que se quiera- de la empresa o institución de la que son abanderados. Pero el Presiden te lo es del Gobierno de la Nación y en su acción debe atenerse a rigurosos equilibrios frente a solicitudes muchas veces encontradas y antagónicas para que impere la justicia "de tal modo que nadie tenga que esperar del fa vor ni temer de la arbitrariedad", como reza el artículo 14 de las Reales Ordenanzas.

De manera que mientras cada uno de los actores sobre el escenario tiene su propio y diferenciado concepto de cuál sería el "rnejor Aznar", todavía falta por esclarecer algún baremo objetivo capaz de ponderar de más a menos, atendiendo al interés general, pretensiones muchas veces inconciliables. Fuera máscaras, la teoría de la armonía preestablecida, el latiguillo de "me alegro de que me haga esa pregunta" y el intento de reconducir todas las objeciones al férreo principio de "más a mi favor", pueden cabalgarse en la oposición pero se averiguan impracticables tan pronto como se accede al Gobierno. En definitiva, en estos días iniciales susceptibles de dejar impronta, todos arguyen que quieren alumbrar "el mejor Aznar". Pero el Presidente se malicia que no puede ser verdad tanta belleza. Por esa desconfianza parecía supurar el inquilino de Moncloa cuando explicó, a petición del diputado canario Miguel Cabrera, su negativa a la entrevista -solicitada por Aleix Vidal Quadras días antes de renunciar a su reeelección como presidente del PP de Cataluña. La prueba es un despacho de la agencia EFE, fechado el pasado 18, sobre la comparecencia de Aznar ante el Grupo Parlamentario Popular, donde figura la aclaración del Presidente de que "Vidal Quadras habría utilizado la entrevista en beneficio propio" y añadió que no recibiría nunca a nadie que utilizara la entrevista en beneficio propio o para causar problemas al partido".

¿Qué clase de detector de intenciones deberá instalarse en Moncloa para que el presidente Aznar pueda garantizarse que los "utilitaristas" de toda laya y condición queden excluidos de la lista de audiencias y entrevistas? ¿Cuál deberá ser su potencia resolutiva? ¿Qué radiaciones permitirán visualizar cualesquiera pretensiones espúreas, los usos colaterales y los efectos inducidos sobre terceros, de los que quiéranlo o no se lucran incluso los más intachables interlocutores del Presidente, tras pisar en Moncloa las alfombras de la Real Fábrica? Por eso, mientras Jorge Semprún prepara el homenaje de Francia a André Malraux recordemos aquella definición suya según la cual "La liberté c'est se soumettre a ce qui en nous nous dépasse nous mémes".

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