_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Recetazo de confección

La rebotica se refresca en las noches posveraniegas de guardia, cuando sacan unos sillones de mimbre que flanquean el banco de la apacible glorieta madrileña. Los amigos, que hemos doblado ya el ganchudo cabo de los 70, nos encarnizamos en dos amplias disquisiciones: el patético re cuerdo de las dudosas hazañas amatorias, donde flaquea la memoria y descarrila la imaginación, y algún tema de actualidad, sin la agudeza y el vigor de antaño. Nos daba la tabarra uno, con un relato seudobiográfico de "a batallas de amor, campos de plumas", cien veces relatadas en el frustrado propósito de que la contumacia las hiciese veraces y aceptadas. Es de esos individuos que retienen la atención a base de un discurso ininterrumpido. Comenzó por describir las innegadas cualidades que adornaban a las manicuras del Palace y del Hilton y las maniquíes de Pedro Rodríguez, a las que alguno tuvo el honor de invitar a un cóctel en el frontero Mansard, de la calle de Alcalá, junto a la Puerta. "Es terrible este hombre", comentó otro, sin preocuparse por embozar la voz. "No hay peor sordo. que el que no quiere escuchar". Llegó hasta la Pasarela Cibeles, momento en que tuvo un atisbo de desfallecimiento, aprovechado, sin contemplaciones, por otro contemporáneo. Dirigiéndose al boticario echó un cuarto a espadas en asunto de mayor interés para quienes estamos en la franja de la transjubilación: "¿Qué opinas del recetazo?". Del despacho inmediato se escuchó la solicitud de una caja de preservativos; cuando fue atendida la adolescente, el anfitrión dio su parecer. "En principio le auguro escaso porvenir, tal como parece esbozado. La sanidad española es buena, pero demasiado cara. Una sanidad de alta costura, que sólo pueden permitirse los opulentos. Creo urgente abandonar la pasarela, ir al prét-á-porter; a la gran confección masiva"."Contemplad a la juventud de nuestra ciudad, la que acampa en las calles la noche del viernes. Aunque disfrutamos de muy buen tiempo, la gran mayoría de las muchachas llevan medias negras, porque les sientan de rechupete y ellas lo saben o lo creen. Visten bien, muy bien en apariencia, que es lo que cuenta, aunque sea difícil imaginarlas frecuentando las boutiques de Serrano y Lista. Algo así puede aplicarse al tremendo gasto sanitario en que estamos metidos, para mitigarlo en parte. Se receta mucho, y los médicos parecen poco dispuestos a ejercer de controladores; cuestión aneja es la dosis por envase o recipiente, tasada en otros países. Esto entra en una educación que aún no se ha iniciado. Se lesionarán algunos intereses, aunque pocos: los elitistas y contumaces".

"El día que se formule un planteamiento serio, de medio o largo alcance -sin mermar la recelosa y exigente demanda de la población-, bajará el precio de los medicamentos, lo cual es perfectamente posible y experimentado en muchas partes. No hay componentes exclusivos y costosos en el 80% de lo que despacho cada día, ni fórmulas que justifiquen el pago de royalties, perfectamente sustituibles. Al fin y al cabo, ese vestido vaporoso y escotado a quien sólo le sienta bien es a la modelo, cuyas proporciones físicas son excepcionales. Los trajes de confección genérica, con la diversidad de tallas y un arreglillo económico, le sientan bien a casi todo el mundo"."Eso de que la gente piensa que lo más caro sea lo mejor resulta incierto. Lo importante es tener el automóvil que precisa nuestra actividad laboral, familiar o de ocio, al que se le pide eficacia y baratura, en la adquisición y el mantenimiento".

Alguien apenas disimuló un bostezo. Era Claudio, contrariado por el forzoso silencio y el discurso ajeno. Con cierta malevolencia, masculló: "Pero, hombre, si tú vives de vender brebajes y potingues, ¿cómo tiras piedras a este tejado?". El que estaba a mi lado impidió que escuchara la sin duda razonable respuesta, como había sido la exposición, susurrándome al oído: "Me dijeron que ha traspasado el local y se retira a su pueblo, pero puede que tenga razón. Suena bien".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_