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Bosnia: éxito de Dayton y de la division etnica

Estos días, los importantes responsables de diversos organismos internacionales han celebrado el éxito de las elecciones en Bosnia. Ante la ausencia de graves incidentes y ante el hecho de que se celebraran en las fechas previstas por Dayton, poco importa que no fueran democráticas y poco parecen importar los resultados. El que el voto, prisionero del miedo y cautivo del odio, inducido o forzado por medios de comunicación controlados, aconsejado por bandas militares de criminales probados, haya ido abrumadoramente (entre serbios y croatas) a los responsables de un genocidio es un detalle que sólo interesa a los perfeccionistas. Los cantos de exaltación a los criminales de guerra, la legitimación electoral de los predicadores de la pureza étnica y religiosa y de los métodos de limpieza para lograrla (matanzas y expulsiones), los entusiasmos secesionistas en los mítines de los partidos culpables parecen ser datos secundarios que sólo interesan a los aguafiestas de siempre. La victoria en ese contexto de Izetbegovic pospone por un tiempo el espectáculo de ver presidida Bosnia por un asesino: el líder serbobosnio Krajisnik.Casi en paralelo, el fascista Le Pen eructaba, con éxito de público y negativas críticas repetitivas de los políticos tradicionales, que las razas no son iguales. Aprovechó para ello un asesinato. Como tantos otros. Sólo que éste lo cometió un magrebí. Le Pen no está solo. Y lo sabe. Una encuesta del diario francés Libération lo confirma: el 51% de los franceses "comparte algunas de sus ideas". Luego ganó en Toulon las cantonales.

Le Pen no ha podido todavía empezar a bombardear los barrios musulmanes de las grandes ciudades francesas ni organizar la limpieza étnica de Francia de tanto indeseable de razas inferiores. Los que sí pudieron hacerlo en Bosnia, contando con nuestra inquebrantable neutralidad, han ganado en sus territorios, homogenizados hasta a nivel de las conciencias. Y además, los hemos bendecido y legitimado. "Así son las elecciones", dirán algunos. Como los referendos de Franco o de Mobutu o de tantos otros: por goleada. Da igual que no sean democráticos. Como las elecciones de Bosnia. El censo se modificó eliminando de la vida a 250.000 votantes y excluyendo a otros cuantos centenares de miles que no se atrevieron a votar en sus lugares de origen, ustedes saben, donde están las fosas comunes llenas de miles de cadáveres de los suyos. Algunas mujeres cobardes, quizá decenas de miles, tampoco quisieron que les recogiera el voto su violador. Sólo 12.000 personas aterrorizadas lo hicieron, protegidas por 50.000 soldados de la OTAN. Pero no hubo incidentes graves. Y Clinton tiene sus elecciones, tiene su éxito. Y parece que Europa y la OTAN también.

Algunos, tras Dayton, pensamos que las elecciones requerían de un proceso previo de democratización, aun sabiendo que no serían el fin de un proceso, sino el inicio de una nueva etapa hacia la reconciliación. Pero para eso habría que haber hecho tantas cosas que no se hicieron... Como detener a los criminales, apoyar a los demócratas, a la sociedad civil, a los medios de comunicación independientes, exigir la libertad de movimientos, el retorno de los refugiados, etcétera. 0 sea, lo que se firmó en Dayton. Pero no.Lo importante era salvar la cara. La nuestra y la de Clinton. La de la ONU y la de la OTAN. Como antes se hizo con la ayuda humanitaria, la otra gran lavadora de malas conciencias ante demasiado cadáver inocente. Hoy, el cadáver puede ser Bosnia.

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Podéis brindar. Porque es cierto que la OTAN y Dayton callaron los cañones. Pero los pueblos de Bosnia seguirán llorando en la opresión y nadando en los mensajes de odio de los medios de comunicación controlados por los vencedores. Pero podéis brindar: Dayton se ha cumplido en versión CNN. Y casi todos queremos la versión CNN. De Bosnia o de Irak.¿Qué está pasando, hasta dónde hemos llegado en la amnesia colectiva para que nos felicitemos por el triunfo del fanatismo étnico -religioso? ¿Qué hace que los grandilocuentes representantes de la voluntad popular no tengan ni el tiempo que perder en analizar las consecuencias estratégicas de la victoria del odio sobre la convivencia? ¿Hacia dónde vamos confundiendo más y más los medios con los fines, mientras nos desarman con discursos de impotencia y realismo? ¿0 es que Le Pen tiene razón con sus discursos genético-racistas y los pueblos de Bosnia, en particular el croata y el serbio, son seres inferiores que quieren la muerte y la matanza y votan encantados y libres por los asesinos? ¿0 es que no tuvisteis tiempo de conocerlos, ilusionados y tiernos, llenos de vida y esperanza, antes de que les cayera encima la política en forma de demencia ultranacionalista?

Siento un profundo dolor y una rabia inmensa, que espero que algunos convirtamos en combate. Porque estamos cediendo cada día terreno frente a los enemigos de la convivencia, gracias a los valores incuestionables del mercado, deificación monoteísta de fin de siglo. El impulso, con entusiasmo o resignación, desde supuestas posiciones democráticas de derechas y desde una izquierda pragmática y realista (prefiero omitir a los renovados republicanos, silenciosos o cómplices de tanto horror inconveniente y ausentes casi siempre de donde haría falta estar) de sociedades egoístas y neoliberales, contaminantes y contagiosas, está vaciando de contenido, de valores e ilusiones los discursos, los debates, las propuestas y los programas que ni siquiera se cumplen. Nos están haciendo añicos.

A fuerza de sensatez, de realismo y de gobernabilidades, de marcarse cada día objetivos más modestos, de sólo cuestionar lo cuestionable, dejamos espacios crecientes de nuestro entreguismo a los Le Pen, a los Karadzic, a los ayatolás de diversa especie. Y es-

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