Ya gobiernan
En otros asuntos vacilan, pero en lo importante van directos al grano. Al plexo solar, van directos. El jefe, después de inyectar a un grupo de negros, dijo mientras se lavaba, por la higiene, las manos: "Había un problema y se ha solucionado". Inmediatamente, los tenientillos organizaron redadas de negros en los municipios donde ejercen por delegación la autoridad. En Sitges, donde hacen un Corpus de flores, que no de sangre, un tal Deó, concejal del Partido Popular, se alzó hace algunos días hasta el estrellato: "Hay que controlar a los maricones". Bien: Deó dijo homosexuales, para no molestar. Anteanoche, cuatro valientes controlaron la entrada en el hospital de uno de esos desviados. Eso fue unas pocas horas antes de que Enrique Lacalle, que representa al PP en un consorcio público catalán, el Consorcio de la Zona Franca, y que siempre pareció de todo menos un mal hombre, dijera sobre Vidal-Quadras y sus seguidores, no sé si en ámbito académico: "Es gente a extinguir de la vida política y de la vida en general". Se espera alguna novedad -del dicho al hecho- para los próximos días.
Melancólico, próximo al derrumbe, extiendo mi pasado bajo las lluvias del otoño y un inmediato brote de hongos afirma mis sospechas más crueles. Ciento cuarenta y un días de gobierno han bastado. Otra vez a defender a las chicas (por cierto: sepan que Pujol dialoga con el Papa sobre sus úteros). A los arbolitos amenazados. A los maricones. A los negros. A Vidal-Quadras. Teníamos las minorías en su sitio. Tan en un sitio, que una poquita de crítica irónica -sobre su impudor, sobre su victimismo, sobre su afán prosélito, sobre su vanidad- se revelaba al cabo como una estrategia sutil para contribuir a su salud y a la nuestra. Pero se acabó: vuelve la brocha gorda.
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