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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inasequible Anguita

LA DEMOCRACIA se ha asentado en España sobre un amplio consenso constitucional, en contenidos y en apoyos. Anguita amenaza con romperlo en tres de sus elementos esenciales: la Monarquía (para pasar a una república), la unidad (admitiendo el derecho a la autodeterminación) y la articulación territorial (proponiendo el federalismo en vez del sistema autonomista). Son opiniones que, naturalmente, está en pleno derecho de defender; tanto él como el partido del que es secretario general, aunque no está tan claro si sus palabras támbién representan a IU, la formación electoral que coordina. Pero lo que interesa es saber por qué ahora y a dónde dirige su estrategia.Anguita es, o al menos presume de serlo, una persona reflexiva. Sus palabras, pronunciadas significativamente en la fiesta del Partido Comunista de España (PCE), han sido cuidadosamente preparadas. Responden a una estrategia en marcha desde hace semanas. En este último capítulo viene a precisar la explícita amenaza -"a título personal, desde luego"- de ruptura del consenso constitucional con la que cerraba su Carta abierta a Aznar del pasado 5 de septiembre, aquel texto donde el secretario general de los comunistas descubría -entre otros hallazgos- que el Partido Popular era de derechas.

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Aluvión de críticas a Anguita por romper el consenso constitucional

Anguita sigue sin haber digerido bien los resultados -2,6 billones de votos- que obtuvo Izquierda Unida en las. elecciones generales de marzo. Confiaba en un descalabro socialista para situarse como eje de una reconstitución de la izquierda, que sigue reclamando, pero que cada día se hace más difícil por las propias posiciones a las que está arrinconando a su coalición. Estas proclamas flamígeras que tan bien van a su carácter y que cuida con tanto mimo sólo le reportan, una y otra vez, fuertes discrepancias internas y rechazos generalizados desde el exterior de los muros de la fortaleza en que ha decidido enclaustrarse.

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La forma del Estado no es, desde luego, un tema que preocupe a los ciudadanos, que apoyan abrumadoramente a la Monarquía y al Rey. La autodeterminación es asunto delicado y aún minoritario. En cuanto al federalismo, probablemente Anguita entienda por este concepto lo contrario que otros políticos que lo propugnan. Pero, sobre todo, estas cuestiones poco tienen que ver con los problemas políticos, económicos y sociales que él mismo saca a relucir -con un panorama desolador de la realidad española que afortunadamente dista de la realidad- o que preocupan primordialmente a los españoles. Cree Anguita que se sitúa por encima, y en realidad se queda al margen; introduce en la acción política de una formación que trata de contar sus votos en millones los criterios que imperan en grupúsculos ideologizados con el único ánimo de la agitación intelectual.

Pero si el contenido del aviso anguitiano es un despropósito, y las acusaciones de prácticas mafiosas en el Gobierno no se sustentan en nada, el momento elegido para hacerlo resulta, cuando menos, delicado. Al cambio político en el Gobierno de España le faltan todavía algunos ajustes. La puesta en pie de un nuevo sistema de financiación autonómica está causando tensiones. Y dadas las presiones del calendario, España se enfrenta este otoño a importantes -y sin duda poco agradables- decisiones para poner su economía en orden y poder aspirar a ser parte de la Unión Monetaria europea. Aprovecha Anguita este momento para apelar a Ia "ocupación de la calle" y lograr así lo que no ha conseguido en las urnas.

En realidad, la ruptura del consenso constitucional por parte de Anguita se remonta a su rechazo, en 1992, del Tratado de Maastricht, pues el ordenamiento europeo forma ya parte también de nuestro ordenamiento político, económico e incluso constitucional. Ya entonces Anguita empezó a marcar sus distancias, aunque dicha posición le haya reportado pocos beneficios electorales. Y no es casualidad que las líneas de división respecto a Maastricht aparezcan ahora respecto a estas últimas declaraciones que han servido más para ahondar divisiones que para cicatrizar heridas.

Anguita sigue idéntico a sí mismo, al de siempre. Parece como si los años hubieran pasado en balde. Pero no ha sido así para una Europa que se ha transformado, en la que la juventud asocia mucho antes las siglas PC a un ordenador, que a un partido. A pesar de ello, Anguita sigue representando algo.

Su protodeclaración de la República Española llegó horas antes de que Umberto Bossi proclamara ayer desde Venecia la independencia de una supuesta República de Padania. En ambos casos hay mucho de bufo. Pero también de preocupante.

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