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'Grippe'

Llega taimada, por estas fechas, cuando descansamos, aún sudorosos, indefensos. De la noche a la mañana le da una sacudida al termómetro, que salta a la torera 25 grados. En Madrid, antes de establecerse el otoño, se cuela por la ventana abierta, y nos pilla en el primer sueño, inermes, desvalidos, sin profilaxis que valga, porque no avisa, ni siquiera es reconocible. De poco vale el abaniqueo de la sierra, o los chaparrones tropicales; el mutante microbio nos aguarda en el ascensor, al llegar a la oficina, en el metro, en la parada del autobús, el restaurante de cinco tenedores, la taberna, el minicine... Heraldo, anticipo de lo que a todos nos espera, se desparrama, con indiferencia democrática, haciendo honor al apellido: epidemia significa, en pura etimología, "sobre el pueblo", y bien que cae.Las viejas alusiones describían a la gripe como el mal que no perdona sexo, edad o situación social. Inútil rechazarlo con un "no sabe usted a quién está infectando". Acomete al mendigo, al subsecretario; al yudoka y a la maniquí de la Pasarela Cibeles; al antipático niño del zumosol y al centrocampista que vale 1.300 millones por menisco. Se dice que el trashumante virus podría agredir incluso a Induráin.

El gran fiasco de la etiología, el desenmascaramiento y descalabro de la medicina preventiva, el revés de la ciencia; la leche, en suma, con perdón. Lo más fastidioso: la reincidencia, la inexorabilidad, tan ineludible como aciaga, parecida. al pariente pelmazo, que avisa cuando ya está de camino y nos incomoda desbaratando los planes y la comodidad. En estos presentes momentos históricos parece intentarse la reforma y viabilidad de una política sanitaria y he aquí reinstalada la gripe, desertizando fábricas y oficinas, hinchando el gasto farmacéutico, asolando hogares, convertidos en innumerables zonas catastróficas. Es uno de los factores, poco conocido, que malbarata los Presupuestos Generales del Estado.

No es válido el precario recurso a la previa vacunación, pues la siniestra bacteria se disimula y ataca por cualquiera de los flancos que no hemos abroquelado. En el pandemónium de seguridad ciudadana que mantenemos, tanto en el ámbito nacional como en los autonómicos, hace tiempo, que está imprudentemente licenciada la policía sanitaria, que fue tanto prevención y vigilancia como tangible jurisdicción de un extinguido inspector municipal de Sanidad, ante quien respondían los médicos, los cabezas de familia, el responsable del centro de trabajo, los dueños de fondas y hospederías, al asomar la oreja este, mal o el látigo de la viruela, el sarampión, la disenteria,. la tisis, el cólera morbo asiático o la peste bubónica. Impotentes resultan los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, la Ertzaintza, los Mossos y no digamos la Interpol.El azote de la gripe causa ahora menos víctimas que el apocalíptico 1892, aunque el siglo largo transcurrido no haya conseguido erradicar el insidioso trancazo, que pone fuera de combate a más de la mitad de la población, entre civiles y militares. Vino de lejos, embarcada desde el Oríente que retenía el oro, la seda y la canela para enviar los disuasorios y pestilentes embajadores apocalípticos, zarandeados de un católico reino a otro. Fue la inconsciente y no declarada guerra bacteriológica de las edades de hierro que diezmaban pueblos enteros. Para nosotros llegó a ser, con la sífilis, el "mal francés", o la influenza, de parajes toscanos, florentinos y genoveses. En reciprocidad, aún se le llama gripe española, como si la hubiésemos inventado nosotros. Nocivos sus efectos, la recordamos ahora con el nombre que ha tenido hasta hace poco: la grippe, con dos pes y una carta de naturaleza francesa, que tira de espaldas. Imposible de dominar, apenas mitigar este azote, que nos vuelve tarumbas, hasta dejarnos molidos, aunque no contentos, embotado el espíritu crítico, ausente el apetito, aburrido el gusto, sin importarnos un pepino que desclasifiquen o enmarquen los papeles del Cesid. No obstante se percibe una luz, en el fondo de la madriguera, que nos obliga a ciertos reconocimientos objetivos, de remota gratitud hacia los desvelos de quienes se ocupan de nuestro Estado de bienestar, como del suyo propio, enmedio de las miserias y padecimientos de la pandemia que nos invade. ¿No creen ustedes que las dosis de fútbol televisado, lunes incluidos, significan el meritorio y abnegado esfuerzo para paliar los recurrentes y nocivos efectos de la maldita gripe? Quizás.

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