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Tribuna
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La araña.

LÁS

Al observar con atención los movimientos de una araña, tú mismo comienzas a producir enseguida un jugo mental que adopta las formas de una red en la que caen ideas con apariencia de insecto. Cada vez que se produce un golpe en el tejido, has de acudir deprisa hacia la idea atrapada en él e inyectarle un veneno que la. inmovilice sin matarla para que se mantenga fresca hasta la hora de la comida. Así es como vienen trabajando las arañas y los sabios, desde Platón hasta Einstein, desde Confucio hasta Hawking.Es cierto que no siempre caen en la trampa teorías de la relatividad, manzanas de Newton o principios de Arquímedes; sería tanto como que en la tela de la araña cayeran sin cesar libélulas o caballitos del diablo. Pero si tienes paciencia, y tu malla reflexiva es capaz de resistirlo, puedes cazar un moscardón que te mantenga mentalmente ocupado media vida. No es lo mismo un moscardón que una mariposa, pero todas las ideas, por groseras que parezcan, llevan el abdomen cargado de melazas suculentas como la intuición o licores ácidos como el. presentimiento.

La araña, pues, más que cuerpos físicos, atrapa conceptos; ella misma parece el producto de una idea. Observándola con detenimiento, te das cuenta de que la realidad, antes que un artefacto dotado de volumen, es una forma de meditación imperfecta, un pensamiento sin pulir, lleno de grumos que nos distraen de la meditación trascendental precisa para completar nuestra metamorfosis. De ahí la sensación de estar inacabados y la conveniencia de contemplar el pensamiento textil de las arañas, porque su reflejo produce en nosotros la secreción de un tejido mental en el que podría cae una idea envolvente y sutil de la que surgiríamos, como la oruga, convertidos al fin en mariposas. O quizá en sapos, da lo mismo.

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