14 esquelas y ninguna respuesta
Los compañeros de los 14 mineros fallecidos hace un año en Mieres piden que se aclaren las causas del siniestro
"Jamás olvidaremos". La tragedia del pozo San Nicolás, que hace un año convulsionó Asturias, ha quedado grabada en los valles hulleros de la región como un recuerdo estremecedor. Catorce esquelas de aniversario han vuelto a enlutar la cuenca minera y a rememorar toda la amargura de la madrugada aciaga en la que una desgarradora explosión de grisú en la capa octava del nivel cero arrebató la vida a 14 mineros. Un estallido a 400 metros de profundidad, entre la cuarta y la quinta planta, que se convirtió en el más espeluznante siniestro de la minería asturiana en el último medio siglo.Desde entonces, sus compañeros han vuelto a descender cada día al encuentro de las tinieblas y de un grisú permanentemente agazapado entre el mineral.
Esos mineros, los 1.000 trabajadores del pozo San Nicolás, en Mieres, se declararán en paro el martes próximo. Será un homenaje a los que ya no están, pero también una manifestación de exigencia para el esclarecimiento de lo que aconteció a las 3.15 de la madrugada del 31 de agosto de 1995 en la capa octava, cuando una espantosa explosión atronó en las entrañas de la tierra, destrozando y calcinando cuanto encontró a su paso: máquinas, materiales y vidas humanas.
Un año después de aquel desastre, las cuatro investigaciones realizadas -dos de ellas aún inconclusas- sólo apuntan hipótesis probables, pero no certezas. Las autoridades y los expertos creen que jamás se sabrá con exactitud qué desencadenó aquel desastre que convirtió la galería en un infierno de fuego y muerte, y que en la superficie rompió el alba con el estruendo de las ambulancias camino del pozo, sobresaltando en plena noche a las gentes del valle con la peor de las sospechas.
Negar lo inexplicable
Los sindicatos mineros exigen la aclaración de lo ocurrido. Ni los trabajadores ni sus familias quieren resignarse a vivir con la creencia de que lo acontecido es inexplicable. Aceptar que tamaño tributo de vidas humanas carece de un factor causal preciso, concreto, predecible y, en consecuencia evitable, agrandaría aún más la tragedia vivida: lo ineludible siempre amenaza con repetirse. Y nadie desea que esa duda se renueve cada vez que la jaula desciende por la caña del pozo cargada de hombres al encuentro del tajo.Y sin embargo, cobra cada vez más fuerza la evidencia de que nunca se sabrá con seguridad y precisa exactitud qué factores desencadenaron la catástrofe que costó la vida a los 10 mineros de la empresa Hunosa: Eugenio Martín, Francisco Javier González, Jesús Trapiella, José Ignacio del Campo, Juan Manuel Álvarez, Eduardo Álvez, Elías Otero, Anatolio Lorenzo, Manuel Ángel Fernández y Luis Antonio Espeso, y a cuatro trabajadores checos subcontratados para el manejo de una tecnología importada de su país: Miroslav Divoky, Michal Klenot, VIastimil HavIik y Milan Rocek. Todos con edades comprendidas entre los 29 y los 49 años.
Ni el informe oficial, realizado por la Dirección Regional de Industria del Principado de Asturias, máximo órgano competente en seguridad minera, ni el elaborado por la empresa estatal minera Hunosa, propietaria del pozo San Nicolás, han podido llegar a conclusiones definitivas,
Todos los trabajadores que se encontraban en la capa octava cuando sobrevino la explosión perecieron en el siniestro, y los dos mineros que se encontraban en las inmediaciones y pudieron salvar su vida carecen de una visión de conjunto y sólo pueden aportar testimonios parciales.
"Creemos que nunca se va a tener la certeza absoluta de las causas exactas", explica Alejandro Rodríguez, director regional de Industria del Principado de Asturias. "El abanico de hipótesis que se maneja en nuestro informe, que es el preceptivo y, el oficial, cubre la casi totalidad de las explicaciones posibles, pero por desgracia en este tipo de accidentes muchas veces no es posible llegar a la certeza de la causa porque no hay testigos ni pueden reproducirse las circunstancias que allí se dieron".
Para los sindicatos mineros, ni el informe del Principado ni el de Hunosa colman las hipótesis de trabajo y han vuelto a exigir una mayor celeridad en la investigación que realiza la Comisión Nacional de Seguridad Minera, un órgano consultivo dependiente del Ministerio de Industria en el que tanto el Principado como las organizaciones sindicales cuentan con representantes propios.
En las próximas semanas, esa comisión tratará de reproducir en un polígono militar de Burgos las condiciones y los factores que confluyeron a las 3.15 del 31 de agosto de 1995 en el pozo San Nicolás para tratar de contrastar nuevas teorías. Algunos expertos dudan de que esa simulación pueda arrojar nuevas luces sobre el siniestro.
Una de las cosas en las no se ponen de acuerdo los expertos es sobre el foco de ignición que causó la explosión del gas acumulado. Para la Dirección Regional de Industria existen siete hipótesis posibles, pero la "más probable" apunta a que el desencadenante fue un derrabe (desprendimiento) de carbón en la capa octava -se desprendieron unas 30 toneladas de mineral- al chocar una roca o un bloque compacto de carbón con restos de dinamita sin explosionar de una voladura realizada dos días antes. Por el contrario, Hunosa señala como explicación más factible que la ignición del grisú pudo haberse producido por una chispa originada por un electroventilador, o bien por el calentamiento del mismo como consecuencia de un roce en uno de sus álabes. Esta tesis figura también entre las siete teorías manejadas, por los expertos del Principado, pero a juicio de éstos se trata de una opción "menos probable".
El sindicato minero de CC OO discrepa de esas conclusiones, que juzga como poco convincentes y descarta "de manera tajante" esa posibilidad.
En las conclusiones avanzadas hasta ahora, y sin perjuicio de lo que la autoridad judicial determine en su día, parece excluirse la existencia de responsabilidades individuales. Ninguna de las teorías avanzadas presume que hubiera existido negligencia por parte de las víctima o de otros trabajadores del pozo. Sí se detectaron deficiencias en el sistema de ventilación y en el minador, que han sido motivo de apertura de expedientes sancionadores a Hunosa por parte del Principado. Pero se excluye que tales anomalías hubiesen tenido incidencia en la tragedia.
José Ángel Fernández Villa, secretario general del sindica SOMA-FIA-UGT, sintetiza así sentimiento de los mineros asturianos: "Las víctimas de San Nicolás, como las que se produjeron antes y después en otros accidentes. Y nos producen una sensación de impotencia y de amargura. Nunca nos podremos habituar. Estamos trabajando intensamente para clarificar las causas y evitar su repetición. Nos duele y entristece lo ocurrido, pero también la instrumentalización que se ha hecho del accidente: desde quienes han tratado miserablemente de utilizarlo para pedir el cierre acelerado de las minas, hasta quienes, tras haber ofrecido su apoyo a las familias de las víctimas, se desentendieron luego y ya no se han vuelto a acordar. De las familias sólo se han preocupado los compañeros de los fallecidos y los sindicatos".
José Antonio Fernández, uno de los mineros que trabaja en la zona del siniestro, aseguraba estos días: "Aquello jamás lo olvidaremos". El martes volverá a callar el pozo San Nicolás como un conjuro para que nunca más la muerte silencie el valle.
Grisú: explosión, quemaduras y asfixia
Las investigaciones ya concluidas, y las que están en curso, sobre la tragedia del pozo San Nicolás deberían explicar por qué se produjo una concentración letal de metano sin que los detectores de grisú pusieran en alerta a las 14 víctimas, y sin que fuese suficiente la ventilación del pozo para aliviar esa situación de alto riesgo. También debe precisar cuál fue el elemento calorífico que propició la explosión.El grisú es el resultante de la mezcla de aire con las emanaciones de gas metano que permanentemente se desprenden del carbón de hulla.
Los avanzados métodos de detección y los sistemas de ventilación y prevención existentes habían casi borrado desde hace décadas el temor a las explosiones de grisú, que antaño constituían la más terrible y recurrente forma de morir en las minas de Asturias.
La explosión de grisú es letal. Produce quemaduras como consecuencia de las llamaradas que origina, causa efectos traumáticos de alta intensidad y genera óxido de carbono altamente tóxico, capaz de causar la asfixia inmediata.
Para que el grisú genere una atmósfera explosiva es preciso que la concentración de gas metano se sitúe en proporciones que oscilen entre el 5% y el 14%.
Tanto el informe de la Dirección Regional de Industria como el de Hunosa coinciden en que la alta concentración de grisú se produjo, "con toda probabilidad", por una emanación súbita de metano como consecuencia de un derrabe (desprendimiento) de carbón que sobrevino en el extremo este de la capa octava minutos antes de la tragedia.
Aunque ésta es la versión más verosímil, según los técnicos de Industria y de Hunosa, el informe de la dirección regional no descarta otras hipótesis como detonantes de la catástrofe, aunque parecen menos probables.
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