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FERIA DE BILBAO

Falta café

Los expertos aseguran que se se está haciendo un toreo descafeinado y esa es una gran verdad. Al toreo de moda -un ejemplo, el que interpretaron ayer tres voluntariosos diestros- le falta esa fuerza y ese sabor propios de las suertes de la tauromaquia cuando se ejecutan de acuerdo con las reglas del arte. Metidos en las similitudes gastronómicas también cabría decir que le falta sal.Pero no solo le falta el vigor cafeínico al toreo actual sino todo aquel ambiente que rodeaba a las charlas de café, la sabiduría que emanaba de sus tertulias. Carlos Bacigalupe lo ha recogido en un libro precioso editado por Caffé Baqué que titula Cafés parlantes de Bilbao. Es un recorrido histórico y costumbrista por aquellos establecimientos entrañables que hubo en la belle epoque bilbaína, donde se fomentaron vocaciones políticas, se concibieron algunas de las estructuras económicas de la villa y se reunían aficionados a la fiesta de los toros.

Cebada / Tato, Higares, Liria

Toros de José Cebada Gago, bien presentados, flojos -3º y 6º inválidos-, dificultosos.El Tato: estocada y descabello (vuelta protestada); media, rueda de peones y estocada corta (silencio). Óscar Higares: estocada caída (vuelta); media, rueda de peones y descabello (silencio). Pepín Liria: estocada (oreja); pinchazo y estocada corta (oreja); salió a hombros. Plaza de Vista Alegre, 21 de agosto. 5ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Las tertulias de los aficionados siempre fueron enriquecedoras, en Bilbao y en todas partes. La mayoría de los contertulios iban a escuchar, con el evidente propósito de disfrutar y aprender, y en poco tiempo quedaban imbuídos de la ciencia taurómaca con tanta solidez como si hubieran asistido a un curso universitario.

Los que iban para toreros aprendían más que en un tentadero. Siempre había en las tertulias personajes que relataban anécdotas sabrosas y emotivos lances. A veces lo que se contaban era una exageración, o una mentira por las buenas, aunque tan cargadas de lógica y de belleza que no necesitaban pruebas testificales.

La desaparición de las tertulias taurinas de café ha sido para mal. El sustitutivo de la barra y los whiskys, no han traído sino palabrería y mediocridad. Ahora los toreros no escuchan sino que hablan de sí mismos, y cuando rememoran sus faenas aseguran que estuvieron importantes. La palabra torear apenas se usa (lógicamente: casi nadie torea), en tanto dar lapas, pegar el arrimón y otros extraños sinónimos salpican las conversaciones.

La esencia y la mística del toreo se han perdido y la consecuencia es un toreo descafeinado. Los tres diestros de esta corrida ferial son buena muestra. Pundonorosos los tres, ofrecieron un toreo impersonal y monótono que, según lo ejecutaban, iba pasando al olvido. Y así la tarde entera, hasta que se abrieron las canales del cielo y dijo agua va.

El Tato porfió valiente a unos toros de media arrancada; Óscar Higares se jugó el físico intentando embarcar por derechazos y naturales unas embestidas ásperas e inciertas; Pepín Liria muleteó con arrojo a sendos inválidos.

Sólo plácemes merece la magnífica disposición de los tres jóvenes diestros, evidentemente, pero el toreo es mucho más que buena voluntad. El toreo, o es arte y emoción, o se queda prácticamente en nada. Y por ahí, por la vacía insustancialidad, discurría la corrida, hasta que Pepín Liria se puso a muletear al sexto, bajo unos nubarrones negros que habían traído la moche súbita al coso bilbaíno.

Pepín Liria no daba un pase por perdido y los ceñía temerario en medio de la lluvia torrencial, mientras el público aclamaba olés, la banda atacaba Gallito a pleno pulmón, el aguacero abría turbios espejos en el fango pardo y los espectadores embutidos en chubasqueros parecían pescadores del bacalao.

Esa faena, contada en una tertulia de café, habría sido algo así como la toma de Constantinopla. Ahora, sin embargo, bastará con decir entre golpes de whisky que Pepín Liria pegó el arrimón y dio buenas lapas, como todos. Y se acabó la presente historia.

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