La discreción no abandona al Barça
Giovanni y Pizzi dejan a los azulgrana en la final del Gamper
Ni el Gamper sacó al hincha culé de la modorra. Mira, remira, arruga la nariz y vuelve a mirar. Y hay poco que ver en la cancha. La artillería está en la enfermería o en la sala de calentamiento. No chuta el Barça todavía y, como se dice en la mili, el valor se le supone. El marcador fue ayer su mejor aliado.El equipo no le dice gran cosa al aficionado. Está aún por hacer. Hoy es un grupo de futbolistas diseminados sobre el campo. No hay un espíritu de colectivo. Es un plantel inanimado. Triste. Espeso. Las costuras están por coser y no se adivina la figura de un jerarca. Vive de las acciones puntuales. El juego resulta así sincopado y muy parcelado. Hay tiempo para otear uno a uno a todos los jugadores.
Resulta evidente que hay portero. Vítor Baía impone tanto por su solvencia como por su belleza. Gusta. También se sabe que Giovanni es un futbolista de salón, técnico y oportunista, letal cuando el juego es parsimonioso y parado cuando el cuero corre. Le cuesta coger velocidad. De Luis Enrique poco hay que decir que ya no se supiera: es un jugador tan polivalente que le costará encontrar su sitio natural; Pizzi, por su fiereza, parece más el primer defensa que el ariete. Y Stoichkov no ha cambiado nada pese a su estancia en Parma. El búlgaro es capaz de hacer y deshacer un partido por sí mismo.
Ronaldo es otra historia. Jugó menos de media hora y tocó menos balones que veces se persignó: hasta seis... No está para participar de la elaboración del juego. La suya fue una aportación para la galería. La presencia del brasileño sacó al socio de la somnolencia que le atormentaba pese a la bondad del marcador. Fue de agradecer su buen criterio futbolístico. No hizo nada para incomodar ni tampoco para sobresalir. Hay que aguardar.
No hay novedades tampoco sobre valores ya conocidos. Prosinecki sigue emperrado en jugar un uno contra uno, contra dos y hasta tres zagueros; Iván de la Peña está fuera de forma, y Sergi es una garantía ofensiva cuando el Barça corre y no toca.
El equipo necesita paciencia, justamente la misma que tuvo ayer el plantel del Barça para despachar a un adversario que pasó por el estadio olímpico sin dejar rastro. No está el San Lorenzo de Almagro ni para hacer de sparring: disparó en una sóla ocasión a portería, y Baía evitó el gol ante Montserrat. El equipo argentino fue una bendición del cielo para los azulgrana. No desentonó con la discreción de la jornada.
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