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La puerta se cierra cada vez más

Enric González

La ley Pasqua de 1993 acabó con el tradicional derecho de suelo sobre el que se fundó Francia: ya no era francés quien nacía en Francia. Desde entonces, los hijos de extranjeros nacidos en territorio francés tienen que esperar hasta los 16 años para optar por la ciudadanía. Mientras tanto, son tan expulsables como sus padres.Aún peor es la situación de las familias formadas antes de la ley, con hijos franceses de padres extranjeros: los padres no pueden ser expulsados porque la ley impide separar núcleos familiares, pero tampoco pueden obtener la residencia, por lo que están condenados a la ilegalidad. Ésa es una de las razones por las que las leyes francesas contra la inmigración son calificadas de absurdas.

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En 1993 también se alargó, desde seis meses hasta dos años, el plazo para adquirir la nacionalidad por matrimonio con un francés o francesa, se acabó con los reglamentos sobre "reagrupación familiar" y se estableció el mecanismo de la expulsión por vía de urgencia.

El charter de inmigrantes funciona ahora a un ritmo de dos al mes, aunque sólo afecta a uno de cada diez expulsados: la gran mayoría parte en vuelo regular o "cualquier otro medio", según datos del Ministerio del Interior.

La inmigración legal ha descendido progresivamente en la última década: fueron 166.000 en 1984, 146.000 en 1986, 148.000 en 1988, 98.000 en 1992, y 40.000 en 1994, según datos oficiales. La inmigración clandestina se calcula entre un mínimo de 300.000 y un máximo de un millón de personas y, cada día, con un visado turístico perfectamente legal, siguen llegando a Francia cientos de personas con la única esperanza de conseguir un trabajo y quedarse.

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