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VELA: COPA DEL REY

Competición y gran escaparate

La presencia del Rey convierte la regata en un acontecimiento social y económico

Las regatas de la Copa del Rey de Vela son una competición deportiva sin apenas público ni fácil retransmisión televisiva en directo. El anual acontecimiento náutico de Mallorca -uno de los tres más importantes de Europa en su clase con la Sardinia y la Admiral's- ha suscita do durante nueve días (del 3 al 11 de agosto) una agotadora y apasionante pugna entre 1.500 navegantes que tripulan al estilo clásico una flota de 120 yates punteros, que compiten en crucero y regata en cinco categorías y clasificaciones distintas.Aliados sólo con el viento, sobre embarcaciones cada vez más depuradas en su concepción tecnológica, los armadores y patrones persiguen la gloria del éxito, un galardón sin recompensa pecuniaria. La Copa se convierte en una justa clásica, una secuencia de combates veleros en un campo marítimo distante, donde sólo se recibe un laurel de prestigio, que también pretende lograr, de igual a igual, el propio Rey de España, que da nombre al trofeo.

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El campeonato de veleros en la lejanía de la bahía de Palma o en travesías de 150 millas entre islas, se ha convertido en el gran escaparate social, publicitario, e informativo de agosto, en buena medida por la habitual asistencia a las pruebas como deportistas de los integrantes de la familia real, en especial don Juan Carlos, y la atención del periodismo rosa y los espacios televisivos patrocinados. El paso de aficionados, más de 200 periodistas y decenas de curiosos por la base del Club Náutico de Palma queda restringido y vigilado por razones de seguridad. Siempre hay alguien que se agolpa a la caza de una imagen y del saludo regio en cualquier esquina.

El Rey es un veterano regatista, que sigue y alienta la tradición marinera de los Borbón. Maneja la caña del Bribón, que patrocina La Caixa y arma el empresario José Cusí. El príncipe Felipe y la infanta Cristina han sido patrones del Aifos, de la Armada, y del Azur. La Reina, la infanta Elena y su esposo, Jaime de Marichalar, también han asistido a las pruebas.

Grandes marcas comerciales e instituciones financieras nacionales e internacionales dan su nombre y muchos millones de pesetas a los cascos y velas, por estrategia publicitaria y renombre. Compiten deportistas, diseños y firmas desde Japón hasta Argentina, pasando por los países escandinavos, mediterráneos y centroeuropeos. La concurrencia española es la de mayor entidad. La vela de estas clases es, inevitablemente, un club de élite, animado por una tribu de deportistas y navegantes, tácticos, proas y cañas que son apetecidos por los mejores. Apellidos de gloria olímpica y éxitos mundiales -León, Ballester, Zabell, Gorostegui, Calafat, Doreste, Campos- se disputan el incremento del currículo. Lúcidos y afortunados intérpretes de las nubes, las olas y las corrientes térmicas, se cansan horas y horas al sol y al salitre, a veces en una regata de 24 horas, por llegar más rápido a la última boya.

Entre 30 y 300 millones de pesetas puede costar como media un yate puntero. Se tiene que comprar el diseño del prototipo en Nueva Zelanda o España, construir el casco, la quilla, la arboladura, y velas cada vez más ligeras y más efímeras. Luego, emplear estos veleros con una tripulación entrenada durante todo el año para competir de mayo a septiembre en las mejores pruebas del Mediterráneo cuesta alrededor de 10 millones de pesetas, como media, en desplazamientos, transportes y estancias y dietas.

La Copa del Rey-Agua Brava es una iniciativa que mantienen los perfumeros catalanes Puig, con el apoyo de Televisión Española y acuerdos con otras cadenas para la cobertura en programas especiales que patrocina la marca de colonias. Estos empresarios no revelan el coste de la operación, en la que movilizan a más de 300 personas. Sólo el equipo de TVE tiene 60 miembros.

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