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El tenis playa cumple 25 años

El singular torneo de Luanco atrae a las mejores raquetas españolas

En el verano de 1971, un grupo de amigos tuvo la ocurrencia de organizar un informal torneo de tenis en la playa de La Ribera, en la localidad asturiana de Luanco. Se trataba tan sólo de un pasatiempo. Unas raquetas, una vieja red de pesca y unas líneas trazadas en la arena húmeda con un palo sirvieron para poner en marcha una idea que hoy, 25 años después, se ha convertido en un clásico único en el mundo.Este año han competido durante cuatro días cuatro de los mejores tenistas españoles del momento: Berasategui, Costa, Moyà y Clavet. El espectáculo es inimitable. La arena mojada de la playa de La Ribera, más compacta de lo normal, es una superficie tan singular como adecuada para la práctica del tenis. La ocurrencia de cuatro amigos ha ido creciendo y desarrollándose de la mano del ex tenista luanquín Juan Avendaño, ganador de nueve ediciones.

El escenario, no por original, deja de tener cierta semejanza al de cualquier torneo medio del Grand Prix, gracias a las tribunas portátiles y al propio paseo marítimo, en los que este año han asistido a los partidos más de 3.000 espectadores por jornada. El torneo se disputa en horas nocturnas y depende de la tabla de mareas, que es la que tiene la última palabra. La bajamar fija la hora de comienzo y si el segundo partido de cada día se prolonga más de lo previsto, será el Cantábrico el encargado de suspender la función.

En 25 años el torneo playero ha vivido infinidad de experiencias y vicisitudes. Desde los primeros años, cuando la silla del juez era una escalera plegable de tijera, hasta las firmas patrocinadoras de la actualidad. A medida que el tinglado organizativo ha ido creciendo, las caras populares han ido asomándose para comprobar cómo es posible jugar al tenis sobre la arena. Y vaya si se puede en La Ribera, una playa urbana que carece de otro tipo de atractivo turístico. El año pasado, el presidente de la organización, Manuel Galé, contó sólo tres botes extraños de la bola en el transcurso de todo un partido. Ni Wimbledon aguantaría una comparación.

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