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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ánimo, ciudadanos

En EL PAÍS del 23 de julio pasado se publicaba la noticia de la agresión sufrida por dos españoles en la ciudad alemana de Wurzen a manos de un grupo de jóvenes ultraderechistas. Desafortunadamente, no hay que irse tan lejos para encontrar que este tipo de hechos se producen muy frecuentemente, la mayoría de las veces sin ser denunciados por miedo, en España y concretamente en Madrid.Yo mismo he sido víctima en fecha reciente de una agresión brutal, gratuita y absolutamente inesperada por parte de un grupo de jóvenes que podrían perfectamente tener la edad de mis hijos. Pelados al estilo militar, bien aseados, vestidos con pantalón vaquero, camisa polo de nailon y las inevitable botas militares, se precipitaron contra mí mientras paseaba tranquilamente a última hora de la tarde, aún con sol, por el madrileño barrio de Chamberí. Como resultado de la agresión quedé con varias costillas rotas, contusiones por todo el cuerpo y, sobre todo, con una terrible y desoladora sensación de sorpresa, indefensión y miedo.

A pesar de esta última sensación, yo sí he denunciado el hecho ante la policía. Y lo he denunciado porque considero que es un deber cívico hacerlo y porque ante el fascismo, sea del color que sea, la inhibición conduce inevitablemente a la muerte de la cultura, de la tolerancia y de todos los demás valores que hacen de la vida humana en sociedad (¿hay otra?) algo digno.

Quiero desde estas líneas animar a mis conciudadanos, a los medios de comunicación y a los poderes públicos a luchar contra esta plaga que no es nueva, sino tan vieja como el mundo, pero que adopta disfraces diferentes dependiendo de los tiempos, lugares y circunstancias. La lucha a que me refiero no puede ser otra que la denuncia de estos hechos, el estímulo a los responsables políticos de nuestra seguridad, el asociacionismo ciudadano, la aplicación de la ley por los tribunales de justicia y, en definitiva, la acción democrática, que, en contra de lo que muchos superficialmente piensan, ha demostrado repetidamente ser la más potente de las acciones.-

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