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Prohibidas las 'mujeres indecentes'

Los judios 'ultras' de Mea Shearim, en Jerusalén, declaran la guerra a los brazos desnudos y los pantalones femeninos

Los carteles son viejos, como lo son los mensajes impresos en letras negras sobre fondo amarillo, el único color alegre en las tortuosas calles del barrio fundamentalista judío de Mea Shearim, en Jerusalén. "Se prohíbe estrictamente el ingreso de mujeres indecentes", dicen los carteles, haciendo específica alusión a las minifaldas y los pantalones de mujer. Hoy, sin embargo, lo novedoso es que ya no hace falta añadir advertencias de que las infractoras tienen que atenerse a las consecuencias del cada vez más violento celo religioso de los rabinos.

Desde hace casi una semana, Mea Shearim es el campo de batalla de la llamada guerra de las mangas cortas, la implacable campaña de los judíos ultrarreligiosos contra toda mujer que ose exhibir los brazos desnudos.

Los habitantes de ese barrio militante, que se han propuesto imponer el carácter estrictamente judío en todo Jerusalén, están orgullosos de sus hijos. Rapaces de levitas negras, tirabuzones y ganas de quedar bien con sus padres patrullan las calles en pos de pecadoras. Lo hacen con la misma saña con la que la policía moral persigue a las mujeres de las que alguna vez se ha rumoreado que han sido vistas conduciendo un automóvil. O como los tacitumos vigilantes de los komites de Irán que se pasean las calles sin más ilusión que sorprender, detener y castigar a una mujer por llevar maquillaje.

En Mea Shearim hay dosis de machismo. Un hombre puede pasearse en camiseta y no le pasa nada. Pero si una mujer es avistada en sus inmediaciones con los codos al aire le lloverán insultos primero y pedradas después.

Las principales damnificadas han sido más de 30 empleadas del cercano Ministerio de Educación, dice el concejal del Ayuntamiento Oman Yekutieli citando vejámenes que van desde los escupitajos hasta los navajazos contra los neumáticos de sus coches y la agresión fisica.

"No nos queda otra posibilidad. Tenemos que aparcar cerca de Mea Shearim y como estos fanáticos ya nos conocen no hay disfraz que valga", afirmaba ayer Durane H., una jovial secretaria que se está acostumbrando a usar las camisas de manga larga de su marido para ir a trabajar al ministerio.

La estratagema no siempre funciona. "El otro día me escapé de milagro", dijo. "Fui a recoger mi coche y me encontré con una pandilla de religiosos. Menos mal que estaban demasiado ocupados destruyendo el parabrisas y los faros. Mientras huía, sólo me llegaron los gritos. '¡Puta, sabemos que eres una cerda. Te hemos visto los brazos!', aullaban".

Silencio del Gobierno

Organizaciones laicas y grupos defensores de los derechos de la mujer se están preparando para la contraofensiva, pero no disimulan su pesismismo. Ehud Olmert, el alcalde ultraderechista de Jerusalén, y el propio ministro de Educación, Zevulun Hammer, todavía no han denunciado públicamente los abusos de los dueños de Mea Shearim. "Tienen miedo a criticar la actitud de estos fanáticos", comentó amargamente una representante de la organización Red Femenina Israelí, "porque el Gobierno que tenemos está donde está gracias a ellos".La reciente ola de violenta intolerancia religiosa es vista por la mayoría de los israelíes como una nueva fase en la campaña de los fanáticos judíos por moldear la identidad y carácter de Jerusalén. Pero en Mea Shearim lo que hay es orgullo. A la entrada de una librería que vende obras de los más fanáticos, un rollizo rabino neoyorquino de Brooklyn felicitaba ayer a un grupo de mozalbetes que contaban sus hazañas.

Un chaval hablaba de los piquetes de bloqueo de la cercana avenida Bar llán, cuyo cierre durante el sábado se ha convertido en una demanda ritual cada semana. Otro mostraba un recorte de prensa. Tenía que ver con las quejas de empleadas del Ministerio de Educación. Todos estallaron en carcajadas. "Mire", dijo finalmente el rabino de Brooklyn que ni siquiera quiso dar su verdadero nombre, "esto es como en los aviones, hay una sección de fumadores y otra de no fumadores. Para nosotros, el pueblo judío es de no fumadores. Si alguien quiere fumar que se vaya lejos de aquí. Lo mismo con lo de las mangas cortas. La pecadora que quiera venir a tentamos con sus brazos desnudos, que se vaya".

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