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Comienza la destrucción de embriones congelados en el Reino Unido

Los católicos se lanzan a una campaña de 'adopciones' en medio de una polémica

Isabel Ferrer

Tres conceptos: ética, pecado y dignidad dividieron ayer, a la sociedad británica, horas antes de la destrucción de unos 3.300 embriones congelados en 1991 durante los tratamientos de fecundación artificial. Las clínicas encargadas de los mismos, alrededor de 30, y los grupos provida, apelaron respectivamente a los dos primeros en un pulso verbal en apariencia sin salida. Basil Hume, cardenal arzobispo de Westminster y cabeza visible del catolicismo en el Reino Unido, reconoció que la situación "es un lío tremendo pero estas vidas, aunque congeladas, merecen concluir con respeto".

La polémica alcanzó su punto álgido a medida que avanzaba la tarde con organizaciones como Life, un grupo católico de presión, intentando convencer al Gobierno de que ampliara el plazo de cinco años impuesto para la conservación de los embriones. Jack Scarisbrick, su presidente, llevó en persona una carta a la residencia del primer ministro, John Major, donde señalaba que no ha habido tiempo suficiente para localizar a todos los padres genéticos.Su campaña en pro de las adopciones de embriones por parte de familias distintas sumó además la ayuda brindada por Artemisia, una red italiana de clínicas prenatales, para que los congeladores siguieran en marcha. "Es como perpetrar miles de abortos. Si conseguimos salvar uno solo, cualquier suma habrá sido bien empleada", dijo Claudio Giorlandino, el director.

El centenar de parejas, de diversas nacionalidades, que han expresado su interés en hacerse cargo de los embriones considera su posible "adopción" tan factible como la de un niño que ya ha nacido. Los que ya son padres de hijos concebidos in vitro tienen más dudas. Saber que un descendiente genético vive en la misma calle sin que ellos lo sepan les resulta extrano, cuando no intolerable. "Cómo reaccionaría la gente si supiera que dos o tres de sus pequeños corretean por Italia dentro de unos años. Hay que ser responsables, no nos gusta destruirlos pero no tenemos otra opción", ha dicho Peter Brinsden, responsable de la clínica Bourn Hall, en Cambridge, y pionero de las técnicas de fertilización artificial.

La normativa vigente afecta a más de 3.000 embriones pero otros 50.000 aguardan un destino similar en las clínicas especializadas en fecundaciones in vitro en todo el país. Sus médicos reconocen lo difícil que resulta mantener el contacto con las parejas que se someten a los tratamientos. Traslados, cambios de dirección, falta de recursos para otro intento, e incluso olvido e ignorancia de la ley llevan a los padres genéticos a desentenderse de los que no fueron implantados en la búsqueda del hijo. Desde el punto de vista técnico, descongelarlos será sencillo. Los embriones serán sacados de las neveras e introducidos en un baño de agua a 30º C. Una vez desintegrados, de forma natural, acabarán en las incineradoras con los demás restos hospitalarios. "Pensar en una cesión a parejas estériles o para investigaciones médicas sin el consentimiento parental, falta a cualquier ética", señala Peter Brinsder.

En España hay miles de embriones congelados en bancos de clínicas privadas pendientes de su destino legal ya que la ley, de 1988, que prevee que se puedan guardar durante cinco años, aun no se ha desarrollado. El resultado es que los responsables de las clínicas no saben que hacer con ellos.

El secretario general de la Conferencia Episcopal española, José Sánchez, calificó ayer de "barbaridad" la destrucción masiva de embriones congelados.

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