Viva la agonía
Las selecciones de Clemente se acostumbran a resolver sus partidos en el último instante
España se ha abonado a los goles de última hora; al drama, la épica y las victorias agónicas. Es el nuevo signo de identidad de los equipos de Javier Clemente, algo que tiene que ver con la suerte, pero necesariamente también con el carácter, el corazón y la fe en uno mismo. Todas las últimas buenas noticias que ha recibido la selección de fútbol en cualquiera de sus versiones -absoluta olímpica...- han llegado de la misma manera, dando la vuelta a un resultado adverso con el cronómetro en el cogote.Así llegó también la última satisfacción, la victoria que lanzó a España hasta los cuartos de final de los Juegos, en los que se las, tendrá que ver mañana con Argentina -otro partido de esa ronda lo jugarán Portugal y' Francia- Tras ir perdiendo 0-2, Santi, el capitán, marcó el empate ante Australia, resultado que daba el pase, en el minuto 86. Luego, Raúl, en el 90, anotó el definitivo 3-2.
La historia, pese a ser nueva, amenaza con crear costumbre. La memoria tarda bien poco en retroceder hasta la pasada Eurocopa y dibujar el gol postrero de Alfonso ante Bulgaria (m. 73), en un rebote, que reparaba el 0-1 de Stoichkov y establecía la igualada. O el disparo salvador en caída de Caminero que supuso el 1-1 ante Francia, allá por el minuto 84. O el salvador cabezazo en plancha de Amor ante Rumania, el que dio la victoria a España a falta de siete minutos y habilitó el pase a semifinales. Sólo ante Inglaterra, la fecha de la eliminación, no apareció el gol milagroso y redentor por ningún lado. Bien es cierto que tampoco habían marcado anteriormente los ingleses, porque para que el milagro se active, según refleja la estadística, es conveniente que el equipo español encaje en contra algún gol.
La fórmula de los goles agónicos la ha trasladado Clemente al equipo olímpico. Óscar se apuntó a la moda en la dos primeras jornadas: en el último suspiro, con el reloj a punto de dejar de respirar, apareció para marcar el gol de la victoria ante Arabia Saudí (m. 79) y el del empate ante Francia (m. 85). Santi (m. 86) le imitó el miércoles: Australia, incrédula, preparaba el entierro del actual campeón olímpico. Pero desconocía lo que le gusta ahora a España, esa moda que se ha impuesto de jugar con fuego y apagarlo al borde del desastre.
¿Por qué tantos goles de última hora? ¿Cómo puede repetirse tantas veces del mismo lado un fenómeno así? ¿Suerte? Sin duda, pero también carácter, capacidad de sacrificio y autoconfianza, valores todos que se echaban de menos en otras épocas recientes del equipo nacional. Los sistemas de juego de Clemente, alejados de la estética y el buen gusto en la mayoría de las ocasiones, le ha cargado de detractores. Su labor de motivador con los jugadores, esa rara habilidad que tiene de conseguir que confíen a ciegas en lo imposible, no permite tacha alguna. Y estos goles postreros, sin duda, tienen que ver necesariamente con las virtudes psicológicas que esconden los métodos de Clemente. Su llamada flor.
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