Horror en Bungendana
Los cuerpos de más de 300 tutsis, la mayoría de ellos mujeres y niños, víctimas de la matanza del pasado sábado, se descomponían ayer lentamente bajo el sol a la espera de ser enterrados hoy en una fosa común.Los cuerpos muestran huellas de machetazos, martillazos o hachazos. Están allí, bajo el sol abrasador, presos de las moscas. El olor es casi insoportable.
El rastro de la violencia salta a los ojos. Un niño con la cabeza aplastada, ensangrentada.
A su lado, tal vez su madre, tendida sobre su vientre, parece dormitar, con la cabeza sobre los brazos cruzados. Su piel ha cambiado de color. Se descompone por el calor.
A pocos metros, una excavadora prepara la fosa común. En la base, un pueblo de una treintena de viviendas, reina el silencio. Las casas están medio destruidas, incendiadas. En un cuarto, dos cuerpos apenas reconocibles, uno pequeño y otro grande, carbonizados. En otro el cadáver de un adulto, encogido. Sólo está parcialmente quemado. Bajo los jirones de carne, ennegrecidos por las llamas, aparece el esqueleto.
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