Sobre el 'pretraidor' y el color de los gatos
Vayamos según el compromiso aquí mismo anticipado con el pretraidor: "un hombre que revela incluso lo que aún no le han confiado". Según asegura su retratista, "empieza revelando un secreto que aún no existe y él mismo deberá crear posteriormente". Por eso, añade, "vive, por así decirlo, en secretos retroactivos". También señala cómo "su arte consiste en sugerir a posteriori¡ secretos que él ya ha revelado, a quienes upuestamente se los habían confiado". Nuestro pretraidor debe, por tanto, conspirar con aquellos a quienes quiere jugar una mala pasada para conseguir, que algo se juegue a través de él". Se plantea entonces "la cuestión del tiempo y de quien es el que lo envía". No hay duda de que "el dinero que cobra por sus pretraiciones lo destina a hacer realidad los secretos". Elías Canetti afirma que "uno podría imaginárselo como una especie de escritor que quisiera influir sobre la realidad en apoyo de sus invenciones". En conclusión "parece particularmente experimentado, pues él mismo lo experimenta todo. Jamás se disfraza. Las consecuencias de sus conspiraciones nunca le interesan, necesita otras, nuevas y siempre mayores, y, feliz, acaba sucumbiendo a las secuelas". Quede claro que el texto anterior es de 1969 y que fue redactado en Hanistead, Londres, sin tener en cuenta que su destinatario final pudiera ser Perote.Pero, sea de ello lo que fuere, hace días piadieron oírse los más holgados que claros clarines del dictamen del Consejo de Estado acerca de la desclasificación de algunos documentos del Cesid. La solicitud al Gobierno estaba formulada por algunos jueces de instrucción, que entienden sobre los sumarios del caso GAL Entonces, bajo un ataque de responsabilidad, se procedió a remitir la controvertida demanda al máximo órgano consultivo de la nación. El requerimiento al Consejo iba firmado por el vicepresidente primero del Gobierno,
Francisco Álvarez Cascos, quien, en su anterior encarnación como adalid opositor, acertó a calibrar con gran discernimiento la abultada diferencia existente entre las alegaciones que invocaba el anterior Gobierno socialista en favor de una pretendida seguridad del Estado y la palmaria realidad de preservar la mera seguridad personal de los ministros implicados en el singular y detestado antiterrorismo, de la época precedente. La holgura y cautela con la que ha sido redactada la opinión del Consejo de Estado ha permitido muy diversas y aún antagónicas interpretaciones a cargo de los editorialistas de los diarios beligerantes, según que propugnaran la liberación del secreto o su mantenimento.
Loyola de Palacio por Agricultura, Isabel Tocino por Medio Ambiente, Margarita Mariscal de Gante por Justicia y Eduardo Serra, Defensa, manifestaban diferencias de criterio reabsorbidas sin problemas en las ruedas de prensa de Miguel Ángel Rodríguez. Y en plena discusión de los ministros sobre cómo proceder en este caso, desde Galicia se arrancaba Manuel Fraga, señalando que sobre los papeles del Cesid la cuestión básica a dilucidar por los jueces debería ser la de quién vulneró los sistemas y consiguió arrancar los secretos del Cesid. Al final, los secretos han resultado ser del dominio público, pero ahora está en juego su valor de prueba en los juicios que sustanciarán los sumarios de los GAL, Los agoreros y malintencionados de siempre, incapaces de apreciar las diferencias sobrevenidas con el cambio de titulares en el Gobierno, censuran al presidente su respuesta sobre el asunto de la expulsión de los inmigrantes iegales sublevados en Melilla. Aznar, que desafió a El Roto ["El que esté libre de culpa, que coloque la primera piedra. (De un nuevo proyecto)", véase la sección de Madrid de EL PAÍS el miércoles 3 de julio] poniendo el sábado la primera piedra del enlace cn Valencia, dijo en expresión sumarísima "Había un problema y se solucionó". Luego Rodríguez deterioró la situación añadiendo que el Gobierno siempre estará con los policías. Y es que el público discrepa de Deng Xiaoping y valor el color de los gatos y el de los ratones.
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