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Reportaje:

Los comunistas rusos mantienen viva su fe

Reagrupación y fervor nacionalista en las fuerzas de Guennadi Ziugánov tras la derrota en las presidenciales

Pilar Bonet

La derrota de Guennadi Ziugánov , el candidato comunista en las elecciones presidenciales rusas, no ha desmoralizado a sus seguidores del bloque de Fuerzas Sociales y Patrióticas. Sus optimistas dirigentes están convencidos de que pronto tendrán nuevas oportunidades, ya sea por la crisis económica que se avecina el próximo otoño, según una parte de los expertos, ya sea por la frágil salud del líder, Borís Yeltsin. Las elecciones de más de cuarenta gobernadores provinciales (del total de 89 provincias rusas), que deben celebrarse antes de fin de año, son su próximo objetivo. En juego está la Cámara alta del Parlamento, el Consejo de la Federación, cuyos, escaños son ocupados precisamente por esos gobernadores.Las fuerzas que apoyaron a Ziugánov se constituirán en una organización estable el próximo 7 de agosto, dos días antes de la toma de posesión de Yeltsin como presidente. Todo parece indicar que el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) mantendrá su lugar como columna vertebradora de la nueva organización, pero se eclipsará como ideología en beneficio del nacionalismo y de posiciones más centristas.

La imagen de la nueva organización debe ser menos comunista y más patriótica, según Alexéi Podheriozkin, el principal ideólogo de esta última tendencia entre las fuerzas que se aglutinan detrás del líder comunista. El PCFR, que tiene más de medio millón de militantes, es la estructura más organizada de todo el conjunto de un centenar y medio de entidades, muchas de ellas casi simbólicas, que apoyaron a Ziugánov.

Aunque los comunistas atribuyen su derrota a la disparidad entre sus limitados recursos y los potentes medios utilizados por su contrincante, algunos reconocen que la campaña de Ziugánov tuvo serios fallos. "Nuestro bloque debería haber sido una organización única con estructuras verticales, donde los comunistas no desempeñaran el papel de ejecutores de todas las decisiones", afirma Podberiozkin, presidente de la sociedad, Herencia Espiritual y diputado de la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento). Los comunistas, opina, deberían haber tenido un "paquete de control" más limitado sobre el conjunto de fuerzas pro-Ziugánov.

A la campaña de Ziugánov le faltó "profesionalidad", ya que no supo romper el bloqueo informativo ni calibrar bien los pros y los contras de la alianza con el comunista radical, Víktor Anpílov, "que trajo dos millones de votantes, pero nos hizo perder hasta ocho millones", opina VIadímir Semago, empresario y diputado comunista en la Duma.

Nadie está impermeabilizado frente a las novedades, y los comunistas no son una excepción. Mientras unos denuncian la presencia de asesores norteamericanos en el equipo de Yeltsin, como si fuera una ofensa a Rusia, Semago dice estar dispuesto a aprender de los estadounidenses. Semago, dueño de un casino en Moscú, reconoce que los comunistas no supieron atraer "a gente que pensara creativamente" y actuaron según esquemas que correspondían al funcionamiento interno del partido en época soviética.

La preparación de la campaña, en opinión de Semago, estaba por encima de las capacidades de Valentin Kuptsov, el jefe del aparato comunista en la Duma y un veterano funcionario. "La conclusión es que hay que encargar las campañas políticas a gente que comprenda cómo funciona la creación de una imagen y cómo hay que transmitirla", afirma Semago.

El empresario tiene sus planes para presentarse él mismo a las próximas elecciones presidenciales, y por eso es partidario de introducir nada menos que "el sistema de elecciones primarias norteamericanas en el partido comunista". "Hay que buscar un líder que impresione a la población y no sólo a los militantes del partido. El candidato debería haberse distanciado de la imagen estereotipada de aparátchik", afirma. Según él, Ziugánov hubiera salido ganando y hubiera evitado el ataque frontal de sus contrincantes, si hubiera dejado el liderazgo comunista temporalmente.

"La victoria obtenida por nuestro contrincante es pírrica", afirma Víktor Zórkolzev, el vicepresidente de la fracción comunista de la Duma. "Ya vendrá el otoño", apostilla. Zórkolzev opina que los comunistas tienen derecho a un 40% de los puestos gubernamentales en función del porcentaje que Ziugánov ha obtenido en las urnas. Sin embargo, las tareas que tendrá que afrontar el Gabinete no estimulan el deseo de entrar en él.

La posible crisis económica en el otoño es un argumento para los comunistas y también una preocupación de los economistas que han cerrado filas en torno a Yeltsin. "Los próximos meses no prometen una vida tranquila", señala Otto Laseis, el comentarista económico del diario Izvestia, según el cual la crisis presupuestarla es ya un hecho, ha vuelto a aumentar la deuda de los salarios -que Yeltsin prometió poner al día cuando hacía campaña electoral- y el paro amenaza con adquirir sus verdaderas dimensiones cuando se produzcan las inevitables bancarrotas de las muchas empresas incapaces de reestructurarse. La economía rusa necesita una inversión entre 800.000 millones y 900.000 millones de dólares para realizar su transformación estructural, según el ministro de Economía, Evgueni Yasin. Aproximadamente la mitad de esta suma podría venir de los inversores extranjeros a lo largo de un plazo de 15 años, opina. De momento, sin embargo, éstos no han legitimado con su inversión la perspectiva de estabilidad con la que los yeltsinistas identificaban la elección de su candidato. En el año 1995, la inversión extranjera en Rusia fue de 2.800 millones de dólares, mientras la inversión en China fue de 38.000 millones de dólares.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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