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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alternativa necesaria

LA SALUD del sistema democrático español exige la presencia, como mínimo, de dos partidos capaces de gobernar y de realizar la tarea de oposición. La existencia de estas dos amplias alternativas, una conservadora y otra progresista, trasciende a los militantes y dirigentes de las formaciones políticas e interesa a todos los ciudadanos. En las elecciones no se refrenda únicamente el ejercicio del gobierno, con un programa, por parte de una formación política, sino que se otorga un mandato a la formación alternativa para que ejerza la imprescindible tarea de controlar y oponerse al Ejecutivo. Por estas razones, todo lo que afecta al futuro de un gran partido como es el PSOE afecta también a la salud del sistema democrático. La reciente historia española demuestra el enorme caudal de desgracias que se derivan de un poder gubernamental sin el contrapeso de una oposición fuerte ni de una alternativa de Gobierno.Ésta es la óptica que debe prevalecer en el difíicil momento en que se encuentra el partido socialista, corroído por un dilema: un recambio en la secretaría general indicaría voluntad de renovación de personas y de comportamientos, pero la liquidación de su capital político más importante, que es Felipe González, le desarmana para ejercer como alternativa en unas elecciones. No es extraño que algunos dirigentes del PSOE, ansiosos por resolverlo en favor de la renovación, apuesten por la jubilación de González. También es explicable el regocijo del Partido Popular, que con su precaria mayoría puede pisar tan fuerte como si contara con un abultado rodillo parlamentario. En cualquier caso, es suficientemente significativo que quienes parecen más interesados en liquidar políticamente a González, incluidos determinados medios de comunicación, sean precisamente los que más han apoyado a Aznar en su marcha hacia La Moncloa. La sustitución de González permitiría a los populares abrigar el sueño de una larga estancia en el Gobierno, quizá tan solitaria y falta de alternativas como la que protagonizaron los socialistas.

Ciertamente, la amplitud de los casos de corrupción ya no permite sostener que se trata de manzanas podridas cuyo apartamiento dejará limpio el patio socialista. Sin un fenómeno de financiación ilegal generalizada no se hubieran producido los escándalos individuales que conocernos. El problema capital del socialismo es cómo realizar una limpieza interna eficaz que no signifique a la vez un suicidio político. No sirve el argumento, esgrimido por el ex presidente de la Comunidad de Madrid Joaquín Leguina de que todos los partidos han incurrido en las mismas prácticas, por lo que a todos los dirigentes -y no sólo a González- les corresponde apartarse de la vida política. Si todos se han financiado ilegalmente cobrando comisiones, lógico es pensar que el tamaño de la tajada sacada por el PSOE, en su larga estancia en el poder es el mayor, como lo es la responsabilidad política que deben asumir sus líderes.

De ahí la paradoja sobre la continuación de González que convierte al ex presidente del Gobierno, como gusta repetir, a la vez en un problema y en una solución. A estas alturas del drama que atraviesa el PSOE, ésta es una paradoja que deben resolver exclusivamente los socialistas. Son inútiles las admoniciones realizadas desde fuera sobre los remedios a su grave enfermedad, ya que son descartadas como sospechosas de perseguir la perpetuación del PP en el poder. Tampoco sirve el método utilizado hasta ahora por la dirección socialista y cabalmente reflejado en la circular de su secretario de organización, Ciprià Ciscar, en la, que considera que "el partido ha dado respuesta inmediata, y firme a los problemas internos ( ... ) acotando responsabilidades y adoptando las necesarias medidas cautelares", pues sólo lo ha hecho en algunos casos (Montaner y Otano), pero no en otros más graves (Barrionuevo y Filesa).

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En cambio, Ciscar ha encarado bien las cosas cuando ha señalado que la primera obligación del PSOE consiste en "ejercer como oposición al Gobierno, de la derecha y presentar alternativas en defensa, de los intereses generales y frente a los intereses particulares que defiende el PP". Parte sustancial del problema que ahora se plantea sobre la continuación de González tiene que ver con la difuminación de su papel de jefe de la oposición gracias a las largas vacaciones que se ha dado a sí mismo en el preciso momento en que el PP empezaba a mandar como si contara con mayoría absoluta, hasta el punto de iniciar sin resistencias de la oposición un nuevo reparto del poder financiero e industrial a través de un proceso de privatizaciones controlado y dirigido desde los círculo! de amistades del propio presidente del Gobierno. Si el ejercicio de la oposición y la preservación de la alternativa al Gobierno de Aznar son los argumentos centrales para esperar del PSOE que se renueve sin dilapidar su capital político, lo mínimo que debe exigírsele a quien aspira a encabezar la renovación es que no haga dejación de sus responsabilidades y ejerza con diligencia las funciones para las que ha sido votado por 9,5 millones de ciudadanos.

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