Un juez que participó en la instrucción describe una herida que no figura en la autopsia de Ruano
El juicio por la muerte, en 1969, del estudiante Enrique Ruano, dio ayer un giro inesperado con la declaración del hoy juez José Antonio Enrech, quien describió la existencia en el cadáver de Ruano de una herida "bastante profunda, de unos cuatro dedos" en la parte izquierda del pecho, distinta a las que figuran en la autopsia. Enrech era secretario del juzgado que en 1969 instruyó el caso Ruano y estuvo presente en la autopsia. Ello sirvió al acusador particular, José Manuel Gómez Benítez, para dar credibilidad al dato. Antes, los forenses coincidieron en que no pueden confirmar "rotundamente" si la herida a la altura de la clavícula izquierda fue causada por un disparó de bala, porque falta el trozo de hueso en donde pudo impactar.
La expectación suscitada por el anuncio del testimonio del juez Enrech en la vista que desde el pasado lunes celebra la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid -en cumplimiento de la sentencia del Supremo que le ordenó reabrir el caso- no quedó defraudada.Enrech, que había hablado en privado del caso pero se había excusado de declarar como testigo por haber sido secretario del juzgado que lo instruyó, compareció finalmente ayer ante la sala, como consecuencia de la declaración realizada el día anterior por el ex presidente del Congreso y rector de la Universidad Carlos III, Gregorio Peces-Barba, quien reveló que Enrech le comunicó la existencia de "visibles síntomas de tortura" en el cadáver de Ruano.
Enrech, en la actualidad juez de primera instancia de Madrid, tras jurar con voz vibrante "¡por Dios!", confirmó su presencia en la autopsia del cadáver de Ruano y explicó que su revelación a Peces-Barba se produjo, al final del acto en homenaje a Ruano, en el 25º aniversario de su muerte.
"Le comenté a Peces-Barba", declaró ayer Enrech, "que entre lo que había oído allí sobre asesinatos y otras cosas, que me asombraban, lo máximo que pudo pasar es que Ruano hubiera sido objeto de malos tratos o torturas. No sé lo que dije".
Síntomas de tortura
Preguntado por Gómez Benítez sobre "los síntomas concretos de tortura que vio en el cadáver de Enrique Ruano", Enrech aseguró que "la autopsia fue perfecta" y que el aspecto del cadáver -descrito minutos antes por los forenses como "roto por todas partes" y con múltiples lesiones- era "espléndido, tranquilo, sin síntomas de violencia para lo que es un muerto por precipitación".Añadió Enrech que llamó la atención de quienes vieron el cadáver "un igujero redondeado, de dos o tres centímetros, de bordes limpios, que penetraba en el pecho unos cuatro dedos, tropezaba en el hueso, lo quebraba y continuaba más adentro...".
Enrech declaró que se descartó que se tratara de la "quemadura por un cigarrillo, práctica que se utilizaba entonces", reconoció, y agregó: "Afanosamente se buscó un cuerpo extraño, un proyectil, pero no había nada". Ofreció, como explicación, que el cuerpo de Ruano, en su caída, "se enganchó con una garfia", tesis que habían descartado minutos antes los forenses, incluidos los dos de la defensa.
Gómez Benítez, letrado de la acusación particular en nombre de la familia Ruano Casanova, tuvo especial cuidado en que Enrech, que había señalado a su propio pecho para indicar el lugar del agujero que vio en el cadáver de Ruano, ratificara que había visto tal orificio "a la izquierda, algo más arriba del corazón". Pidió a la secretaria del tribunal que así lo hiciera constar y, a partir de ese momento, la acusación se enriqueció con un nuevo motivo para exigir responsabilidad a los policías acusados de asesinar a Ruano: la herida descrita por Enrech.
Herida contusa redondeada
Previamente, declaró Julián Bernal, anatomopatólogo que analizó en 1969 el trozo de piel en el que existía una "herida contusa redondeada", producida, según el informe forense emitido en 1991, "sólo por un objeto cilindrocónico".Los forenses del juzgado que han instruido el caso, tras su reapertura, Ramón Núñez Parra y Alejandro López Iranzo, apuntaron hacia la posibilidad de una bala, pero señalaron que cuando se exhumó el cadáver de Ruano faltaba un trozo del hueso de la clavícula, que había sido aserrado, por lo que no podía encontrarse el impacto del posible proyectil, dificultad en la que también coincidieron los dos peritos de la defensa: J. Eguren y Carlos Sanz.
El abogado defensor José María Serret preguntó si el objeto cilindrocónico que causó la herida a Ruano pudo ser "un bolígrafo que llevara en la mano para firmar el acta cuando se tiró al vacío". Núñez Parra contestó que "tendría que ser un bolígrafo metálico y muy resistente, porque si no, se rompería antes". Calculó "una posibilidad contra un millón" y más tarde comentó a los informadores que la hipótesis del letrado era "un chiste".
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