Javier de la Rosa intenta retomar el control del grupo Grand Tibidabo
La inquietante sombra de Javier de la Rosa se proyectó de nuevo ayer sobre la junta de Grand Tibidabo. La autoproclamada Asociación para la Defensa del Pequeño Accionista (ADPA), verdadero brazo político de un De la Rosa que pretende volver a controlar la sociedad, convirtió la reunión en un tumulto esperpéntico en medio del que atacó frontalmente a los responsables del consejo, especialmente a su vicepresidente, Alfredo, Sánchez Bella. Esa misma asociación había criticado el día antes a ese consejo por su decisión de personarse en la causa penal abierta contra De la Rosa.
Presidiendo el acto, Sánchez Bella dio prueba de su calidad de ex ministro de Franco e intentó imponer silencio con furiosos golpes sobre la mesa, lo que acabó contribuyendo poderosamente a la excitación de los presentes, alguno de los cuales llegó incluso a intentar agredirle. De fondo, miles de pequeños accionistas -a los que nadie: explicó abiertamente que la gestión De la Rosa no ha dejado ni las telarañas en la caja de la sociedad- presenciaban atónitos el espectáculo con la secreta esperanza de que alguien les ofrezca una solución mágica para levantar el valor de sus acciones.A pesar de esa falta de explicaciones, los pocos pequeños accionistas no alineados con la APDA o con el consejo que se atrevieron a intervenir en la trifulca no dejaron bien librado a De la Rosa. "Chorizo de guante blanco", "mafioso" y "ladrón", fueron algunos de los epítetos que le dedicaron, por citar sólo unos ejemplos y sin ánimo exhaustivo.
El lío comenzó no bien tomó la palabra Sánchez Bella. Desde las filas de la ADPA, compactas y agrupadas, comenzaron los silbidos y abucheos, mal encajados por el vicepresidente de la sociedad. La líder de la ADPA, María Rosa Tejedo, protestó por la decisión del consejo de no reconocerle la representación de más de 2 millones de acciones, del total de 6 millones. La sospecha era que ese paquete que Tejedo sacó de la chistera podría tener que ver con unas acciones que De la Rosa controlaba en un banco en Liechtenstein y que de momento ha burlado las órdenes de embargo dictadas por el juez Joaquín Aguirre, responsable de la instrucción sobre la descapitalización de Grand Tibidabo. A ojos del consejo, y de muchos analistas financieros de la ciudad, esa sospecha aumentaba tras saber que el abogado de la ADPA, Tomás Ragué, ha estado tentando a pequeños accionistas para comprarles el derecho de voto en la junta. "¿Quién está financiando esas compras?", se preguntaban muchos ayer. El propio Sánchez Bella contestaba esa pregunta: "Javier de la Rosa quiere volver a reconquistar la sociedad".
Alfredo Sánchez Bella, en declaraciones posteriores a la junta, afirmó que la ADPA "es una suma de decentes personas que están manipulados por Joan Cruells por encargo de Javier de la Rosa". Cruells, uno de los últimos fieles de Javier de la Rosa, y que al igual que él ingresó en prisión por orden del juez Aguirre, fue durante un breve periodo de tiempo presidente de Grand Tibidabo cuando De la Rosa organizó su retirada de la sociedad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.