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Los políticos franceses, contra la 'campaña de respetabilidad' de Le Pen

Enric González

¿Es el Frente Nacional (FN) un grupo de extrema derecha? Según algunos jueces, no. Jean-Marie Le Pen ha utilizado hábilmente los últimos meses la legislación francesa para obligar a la prensa y los políticos a hablar de "derecha nacional" y silenciar todo adjetivo referente al extremismo cuando se refieren a él o a su partido. La campaña legal de Le Pen, unida a unos sondeos que le pronostican un 20% del voto en las próximas legislativas, ha alarmado a la clase política y fomentado la unión de derecha e izquierda en una campaña contra la respetabilidad del FN.

Todo empezó el pasado 31 de octubre, cuando Le Pen anunció por carta a los directores de todos los medios de comunicación franceses que se querellaría "cada vez que los términos extrema derecha y extremista" fueran "utilizados para calificar al FN". Nadie dio demasiada importancia al asunto. Pero comenzaron a llover querellas desde el Frente y sus medios afines, como el semanario Minute y el Club de I'Horloge.Puesto que el derecho de réplica es, según la ley francesa, "general y absoluto", el FN se encontró con espacios en Le Monde, Libération y otros periódicos en los que, gratuitamente, pudo hacer publicidad de sus ideas "tan respetables como las ajenas". Aún más: algunos jueces, ateniéndose literalmente a la ley, consideraron que el FN no debía ser calificado de "extremista", dado que era legal y, al menos en teoría, aceptaba las reglas constitucionales.

"Falsas etiquetas"

"Ésta es una estrategia de desdiabolización, queremos quitarnos las falsas etiquetas y exigir que se nos respete", explicó Bruno Mégret, delegado general del FN y, como Le Pen, admirador del nazismo. El vocabulario de los lepenistas adoptó, al menos en público, términos, neutros como "preferencia nacional", "identidad" o "mundialismo", para disfrazar su racismo y su xenofobia. Y desde el FN se apeló a las sentencias judiciales como prueba de la existencia de una "conspiración" de los partidos tradicionales (el "establishment político-mediático", en terminología lepenista), entregada a oscuros intereses extranjeros, para silenciar al "único partido realmente francés".La semana pasada, los políticos franceses reaccionaron. Uno de los primeros fue el gaullista Philippe Séguin, presidente de la Asamblea Nacional y, como tal, cualificado para etiquetar a los partidos: "Si el FN tuviera diputados, para mí estarían en la extrema derecha. Por tanto, seguiré considerando y calificando al FN de partido de extrema derecha", declaró Séguin. Declaraciones parecidas fueron efectuadas por políticos de todas las tendencias. Hace una semana, el presidente de la coalición liberal Unión para la Democracia Francesa, François Léotard, y el ministro de Cultura, Philippe Douste-Blazy, hicieron un llamamiento para la creación de una derecha anti-Le Pen" y de un movimiento de resistencia contra el Frente Nacional, en nombre de una idea común de Francia".

El pasado domingo, fue el alcalde de Lyón, el ex primer ministro liberal Raymond Barre, quien hizo una dura declaración contra el FN y, novedosamente, contra sus votantes: "No debemos dar la impresión de que comprendemos a quienes apoyan las tesis del Frente Nacional. Quienes hemos conocido los movimientos de extrema derecha de antes de la guerra, sabemos que no son buenas las componendas. Si tengo que elegir [en la segunda vuelta de las legislativas] entre un candidato de izquierda y otro del FN, votaré a la izquierda sin dudar", afirmó. Le Pen aprovechó la declaración para recordar que de un lado estaban "los partidos del paro, del delito y la inmigración descontrolada" y, del otro, "el partido de Francia al que quieren amordazar".

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