De Federico
Van a por el comisario De Federico, me dicen, un policía profesional y constitucional, tenaz urdidor de la investigación sobre el GAL verde. Ir a por el comisario De Federico quiere decir apartarle del caso como fruto de un cada vez más explícito pacto de silencio entre el viejo y el nuevo poder. Silencio del que sólo se excluye al señor Barrionuevo, quien bajo una variante del síndrome de Estocolmo compara al general Rodríguez Galindo con Hernán Cortés como paso previo para otras comparaciones no menos arriesgadas entre las que podría incluirse a santa Genoveva de Brabante, santa también acusada injustamente, tan tardíamente rehabilitada que sólo tuvo fuerzas para ser misericorde con sus perseguidores y después palmarla.El señor Barrionuevo no debiera ser tan generoso con los demás implicados regalándoles mitos de cobertura, y yo de él empezaría a buscar un referente sagrado bajo el que cobijarse. ¿Por qué no san Tarsicio, aquel frágil mártir que fue capaz de dejarse matar antes que entregar la Sagrada Forma a los herejes? San Tarsicio fue sorprendido por la soldadesca romana precisamente cuando acudía a suministrar la Eucaristía a los cristianos presos en la cárcel de Mammertina, y tal como se está poniendo lo del caso GAL, de durar las actuales directrices santificadoras del Vaticano, de prosperar el pacto implícito entre gentes con un sentido de Estado psicopacatólico y de proseguir campañas de mitologización a lo Barrionuevo, que nadie se extrañe si se abren procesos de beatificación a los implicados en la guerra sucia contra ETA.
De momento, van a por el comisario De Federico y se habla de un núcleo duro verde bien comunicado con el general Rodríguez Galindo y en condiciones de jugar sádicamente con las mantas que cubren, pero que, si se tercia, también pueden descubrir.
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