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¿Volver a la razón?

En esta posmodernidad en que nos encontramos se cree cada vez menos en la razón. Son tantos los excesos cometidos por ella y tantos los caminos que no ha sabido recorrer que nos ha dejado en una serie de vías muertas de las que no sabemos salir. Hasta Goya, quizá premonitor de todo ello como buen artista, llegó a dibujar aquel cuadro en el que señaló que "la razón crea monstruos". Algunos han dedicado sus reflexiones a expresar los males que nos han venido de este uso abusivo o exclusivo de la razón. Pero ¿quiere decir esto que la razón nos conduce mal y nos desvía del buen camino de la convivencia y la felicidad alcanzable por seres tan defectuosos como somos los humanos? Yo creo que no.No sólo me hacía estas consideraciones recordando a sociólogos como Lyotard o Morin, que hacen análisis pesimistas de los resultados de la modernidad, que fue el imperio de la razón. Pero de una razón desbocada, fría e inhumana, que olvidó el sentido del corazón en el trato y desarrollo entre los seres humanos. Porque centramos todo en un frío pensamiento y no sabemos ayudarnos del sentimiento; la compasión brilló por su ausencia, y se apoderó de nosotros el más desaforado egoísmo. Guerras, secuestros, violencias, luchas tribales o entre grupos, capitalismo sin entrañas, colectivismo que aplastaba la personalidad, religión o filosofia de la posesión de la verdad absoluta, que olvidó la- libertad en la vida entre humanos e implantó la más odiosa tiranía.Sin embargo, la situación de crisis en que nos encontramos, tras esta caída de la razón, no es muy alentadora. El caos, la desorientación y la desesperanza cunden entre los mejores, que no encuentran salida a los males creados.

Leyendo un libro sincero y humano de recuerdos y reflexiones como el de Gregorio Peces Barba La democracia en España, me hacía pensar sobre todo ello y recordar su camino hacia la postura tan positiva que ahora mantiene, teórica y prácticamente. Yo encontraba, siguiendo sus líneas, que la raíz de esta buena postura actual venía de lejanos tiempos, cuando hizo su tesis doctoral sobre Jacques Maritain, que hoy no sigue ya en sus líneas, de aplicación de detalle político-social; pero, sin embargo, le ha quedado el poso positivo de su enseñanza básica, que es la dignidad de la razón. Yo nunca fui seguidor de Maritain: me parecía demasiado conservador en muchas facetas de su pensamiento. No obstante, recuerdo de él la huella indirecta que dejó sobre mí, que es análoga a la marcada en este gran profesor español. "Es un ejemplo práctico", dice Peces Barba, "de lo que yo he venido diciendo sobre la influencia de los hombres de razón, con fe religiosa, en la cultura Política y jurídica moderna".¿Y cuál ha sido su valor?: que "su semilla se ha trasplantado y ha fructificado en tierras laicas". Una razón humanista, no una gélida razón sin sentimiento, ésa es la herencia que pueden traernos estos pensadores de ayer, aunque no los sigamos en muchas de sus aplicaciones, porque se nos quedan hoy cortos.

Hay dos nefastos peligros que Maritain supo vislumbrar: con el pretexto de fidelidad a lo eterno, a ideas de absoluto, que un humano no puede poseer de este modo, se quieren vivir momentos de la historia inmovilizados y como embalsamados". ¿No tendremos que recordar, con nuestros clásicos del Siglo de Oro, que esta razón "razonable" es la clave que no supimos usar y ahora no sabemos recuperar?

Debemos recordar que es; cierto que todos queremos tener en el fondo razón; pero ¿cuántos somos razonables? Es, una razón que resulta pensamiento descarnado. Pero para ser verdadero pensamiento debe abarcar toda la riqueza de lo que tenemos conciencia., como quería Descartes y mejor todavía Pascal: espíritu de "fÍnesse", espíritu de "geometría", y "corazón". Actitud intuitiva, discursiva, relacionadora, incluyente y no excluyente, abierta a diversas posibilidades que se encauzarán bien si usamos un pensar meditativo y no sólo calculador, como quería superar el último Heidegger. Ahora que está tan de moda el orientalismo, aprendamos lo mejor de su mentalidad sin exclusivismos, leyendo a los lógicos y psicólogos humanistas, que saben usar de estos diversos modos de pensar y actuar, como hicieron y enseñaron Erich Fromm o Piaget. Un gran aprendizaje de ello sería darnos cuenta de que "somos tan limitados que siempre creemos tener razón", según observaba el inteligente y humano Goethe. Y para ello tenemos que acostumbrarnos también a reírnos un poco de nosotros mismos para adquirir algo de perspectiva en nuestras ideas.

Y los creyentes, ¿cuándo aprenderemos que la vida religiosa "se rige a base de inteligencia", como pedía Maritain en su época, y que el argumento de autoridad, del que tanto abusa Roma, es el más débil de todos los argumentos, como enseñó santo Tomás? Toda filosofia que pierda de vista el ejercicio de la observación y no tenga en cuenta la experiencia no sirve para nada. Hasta los más grandes científicos hallaron sus grandes inventos por este camino de la experiencia y la observación, analizadas cuidadosamente, como hicieron Galileo o Darwin. Tenemos que recuperar una razón que sea como quería Dante: un "intelletto d'amore". Y una razón que ame también la libertad, para poder descubrir por uno mismo la parcela de verdad que todos podemos y debemos alcanzar.

Si la fe no es apertura sino camisa de fuerza que nos atenaza no es fe verdadera, como pidieron a una un cristiano crítico, como Bultmann, y un teólogo católico que pensaba de verdad, como Rahner, o aseveraba también Garaudy cuando era agnóstico cercano a la religión. Yo aprendí que hay que dejar que los sabios yerren. Y lo vi practicado oyendo a este filósofo español que fue García Morente en el uso independiente de la razón humana por todos.

¿No es verdad aquella norma de los inteligentes pensadores medievales que sostenían que no hay doctrina tan falsa que en ella no se contenga alguna verdad mezclada con el error? En el plano social, político y humano hemos de recuperar esta razón razonable que aprende a pensar no sólo con el cerebro, sino con todo el cuerpo, y que se percata de que todo tiene dos caras y no una sola.

Razón razonable en todos los órdenes de la vida: en esta política que empieza a tener que vivir con los demás, y con una oposición que sepa pensar en la convivencia de todos; lo mismo que en lo social, para conseguir pan y felicidad de verdad para todos, y no sólo para una parte de la población.

es teólogo seglar.

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