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Mis queridos sindicatos

Los sindicatos españoles, y no sólo los dos mayoritarios UGT y CC OO, tienen que sufrir una profunda transformación para cumplir el mandato constitucional de contribuir "a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios". Fíjense bien en la cláusula "que les son propios": estoy de acuerdo con Cándido Méndez y con Antonio Gutiérrez en que esos intereses no son sólo los de sus afiliados presentes, sino también los de sus afiliados potenciales, es decir los parados.Las orejeras ideológicas de muchos sindicalistas de pro son tan impenetrables que descuentan cualquier cosa que yo pueda decir sobre la clase obrera, sus intereses, y la manera de defenderlos como una mera expresión de los intereses de los patronos. Hacen mal por dos razones: porque es posible que los intereses de trabajadores, y los empresarios coincidan a menudo; y porque algo de lo que yo les digo puede serles de utilidad.

Para ser verdaderamente eficaces en la defensa de los intereses de los trabajadores y la promoción de la prosperidad del país los sindicatos mayoritarios deben reformar su financiación, su organización, su postura ante la reforma laboral, y su modo de intervención en la política nacional: en resumen, todo. No es fácil tener detalles sobre el origen y aplicación de los fondos de los grandes sindicatos nacionales. Comisiones me ha enviado un balance y cuenta de gastos e ingresos. Espero que UGT me los envíe pronto. Pero está claro que no viven de las cuotas de sus afiliados, que en todo caso son deducidas por la empresa directamente de la nómina como si fueran un impuesto. Intentan algunos pinitos empresariales, con buen resultado en el caso de las cooperativas de la vivienda de CC OO y malo en el del PSV de UGT.Viven de la subvención del Estado y de los sueldos que no tienen que pagar a sus "liberados", es decir a los representantes sindicales pagados por las empresas como si trabajaran para ellas, pero que trabajan contra ellas. Como indelicada y acertadamente ha dicho Carlos Espinosa de los Monteros, los representantes sindicales hace tiempo, que no saben lo que es trabajar en una empresa: alguno no ha trabajado nunca en una empresa. Además, esos representantes no saben lo que es sufrir la amenaza del paro, porque el Estatuto de los Trabajadores les protege del licenciamiento. La mayor parte de tales liberadoss anidan en las empresas públicas: Iberia, Renfe, Hunosa, Astilleros, lo que explica algo de su resistencia a la privatización. Creo que deberían hacer esfuerzos por financiarse con las contribuciones de una base cada vez más amplia.

Entiendo que quieran proteger a sus afiliados de la pérdida de los privilegios que otorga el contrato de trabajo fijo, en especial la indemnización por despido. Pero entretanto los jóvenes se ven abocados a la contratación temporal, por lo que los sindicatos se están quedando con solo los trabajadores mayores y los jubilados. Están abocados pues a la lenta reducción de su base. Quizá les convendría apoyar una reforma laboral que suprimiera la partición de los asalariados en dos clases, los temporeros y los fijos.

No es su papel, sino el de los partidos políticos, el pronunciarse sobre la política económica nacional. Amenazan incluso con huelgas generales, caso de que la Cortes tomen medidas de reforma que no les plazcan. Aviso de que las huelgas generales pueden ser un fracaso, como han resultado las manifestaciones contra la política de recortes de Chirac y de Kohl.

No olviden mis amigos sindicalistas que el poder sindical sólo es fuerte cuando se trata de repartirse los beneficios de posiciones de dominio con los oligopolistas. Así ocurría con la banca cuando no había competencia en el mercado financiero. En una economía abierta al mundo, los sindicatos tienen que repensar su papel.

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