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LA LUCHA POR EL KREMLIN

Los perdedores deciden

En la segunda vuelta se compensarán los votos de Yavlinski y Zhirinovski; los del general Lébed determinaran quién es el próximo presidente

Boris Yeltsin y Guennadi Ziugánov disputarán la presidencia de Rusia en julio, pero serán los votos de los candidatos perdedores el pasado domingo quienes decidan si es uno u otro quien accede al Kremlin. Especialmente decisiva será la decisión de quienes acaban de inclinarse por el carismático general Alexandr Lébed. Los votos del economista reformista Grigori Yavlinski irán, en su gran mayoría, hacia Yeltsin, en tanto que los del ultranacionalista VIadímir Zhirinovski se decantarán por Ziugánov. Casi se neutralizarán.Las últimas elecciones legislativas, celebradas el pasado mes de diciembre, mostraron que el electora(lo de Zhirinovski es absorbido con facilidad por la izquierda. Allí donde perdía votos Zhirinovski, los ganaban los partidos de Ziugánov y del ultraizquierdista Víktor Anpílov. Aún más, en esta ocasión Ziugánov también ha apostado por los valores nacionalistas. No en vano la agrupación de movimientos que le apoyan se llama Bloque de Fuerzas Patrióticas. En cuanto a los votantes de YavIinski parece claro que su única opción es pronunciarse en favor de Yeltsin, que garantiza la continuidad del proceso de reformas.

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Yeltsin negocia a puerta cerrada el apoyo de Lébed.

Por eso, quienes decidirán estas históricas elecciones serán en definitiva los que votaron por Lébed el domingo, y el general ha reconocido, como ya apuntaban los comentaristas, que la gran mayoría de su electorado es comunista. Sin embargo, un primer análisis parece mostrar que la cosa no es tan sencilla, y que Lébed, más que quitar votos a los comunistas, lo que ha hecho ha sido reunir los de las pequeñas formaciones que en los comicios parlamentarios no obtuvieron representación, y que es a Zhirinovski a quien más votos roba.

Un caso típico es el de la provincia de Altái, donde el líder ultranacionalista ha perdido ocho puntos respecto a diciembre, Lébed ha logrado casi un 20% y la izquierda mantiene su porcentaje, superior al 40%. Pero para los efectos de la segunda vuelta, lo mismo da que Lébed haya quitado votos a Ziugánov o a Zhirinovski, porque el electorado de ambos es más o menos el mismo. Es decir, que quien esta vez se ha pasado de Zhirinovski a Lébed, enfrentado ante la disyuntiva de votar por Yeltsin o por Ziugánov, lo más probable es que elija a este último.

¿Hasta qué punto se comprometerá Lébed con el presidente? ¿Logrará convencer a los antiguos votantes de Zhirinovski de que voten a Yeltsin? ¿Cumplirán el resto de sus votantes las recomendaciones del general? Demasiadas, y muy complicadas incógnitas a despejar y que determinarán el destino de Rusia.

En otro orden de cosas, los resultados por provincias de la primera ronda no reflejan grandes cambios respecto a las legislativas. El norte, el Extremo Oriente, Kaliningrado en Occidente y las grandes ciudades prefirieron al presidente-candidato Yeltsin, que personifica la continuación de las reformas. El sur, las zonas agrícolas y las provincias de los alrededores de Moscú, votaron al comunista Ziugánov.

El habitante de los centros extractores de materias primas que tienen demanda, el de las regiones que se orientan al comercio exterior y el de las urbes, donde más oportunidades hay para la gente con iniciativa, votó el domingo por el actual presidente. Esta gente es enérgica, ha demostrado capacidad de adaptación a las nuevas realidades y sabe aprovechar las oportunidades que brinda el sistema de economía de mercado. Naturalmente, los electores de estas regiones son los que más temen un vuelta de los comunistas al poder, y por eso es muy comprensible que prefieran que Yeltsin siga ocupando el sillón presidencial, pues para ellos eso significa que seguirán las reformas y, por tanto, que las perspectivas que ahora ven no se les cerrarán.

El habitante del campo, el de las regiones industriales deprimidas, en las que la mayoría de la fábricas están paralizadas, y el de las pequeñas ciudades, donde las oportunidades de nuevos trabajos son limitadas y donde, en consecuencia, no se ve un futuro mejor votó por el líder comunista. Se trata de gente que tiene la impresión -verdadera o falsa, poco importa- de que en la época soviética vivía mejor. Añoran la situación anterior, en la que tenían asegurado el sueldo, el trabajo, la vivienda, la educación y la salud gratuitas. Son personas para las que la libertad de expresión y de prensa son cosas secundarias; no les

asusta el peligro, real o no, de una posible dictadura comunista; incluso la prefieren si con ello recuperan la seguridad en el día de mañana, en el que siempre poseerán un trabajo que les garantice el mínimo necesario, y en que podrán tener una vejez digna.

Algunos ejemplos claros: en la capital, Moscú, donde mejor se ven las oportunidades que brinda el nuevo sistema económico, Yeltsin obtuvo un 62% de los sufragios (y con los votos de YavIinski, los reformistas suman un 70%) frente al 15% de Ziugánov. En San Petersburgo, la segunda capital de Rusia, el cuadro se repite: Yeltsin más Yavlinski suman un 65% de los votos, y los comunistas obtienen un 15%. En la provincia de SverdIovsk, en los Urales, centro de la industria de exportación de metales, el actual presidente obtuvo casi el 70% de los votos (con Yavlinski suman el 75%), contra un 12% de Ziugánov. Por el contrario, la provincia de Oriol, próxima a Moscú, con una industria en caída libre, prefirió a Ziugánov (55%) por delante de Yeltsin, que obtuvo cerca del 22%, y de Yavlinski, con un 4%.

Ziugánov, como en las elecciones parlamentarias de diciembre de 1995, triunfó en todo el cinturón rojo en torno a la capital rusa y en el Cáucaso.

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