40 caballos y ni un postor
El elevado precio de los ejemplares de raza dejó desierta la subasta de Ecumad
La frase corría de boca en boca por la feria: la crisis económica es la última enfermedad que afecta a los caballos. Como prueba, la subasta que cerró ayer el IV Salón Internacional del Caballo de Madrid en el recinto ferial Juan Carlos I y que acabó en fracaso. Cerca de 500 asistentes, 40 caballos a precios que iban de las 500.000 a los tres millones de pesetas, 19 ganaderos hambrientos de comprador, un maestro de ceremonias a punto del infarto, y ni un solo postor que rascara el bolsillo.Antes de que el primer ejemplar saltara a la pista, el organizador de la subasta, Manuel Fernández-Clemente, animaba al personal a que recogiera sus tarjetas de licitadores. Nadie salió. "¿Pero no va a haber compradores?", preguntaba en un último intento. Resultó en vano.
El primero en abrir camino fue Fandango, un caballo de 10 años color grisáceo. Su precio de salida: medio millón de pesetas. Con la mirada desafiante buscaba entre las gradas a su posible comprador. Fernández-Clemente, micrófono en mano, suplicaba, 500.000 pesetas: "A la de una, a la de dos. Le damos una trotada, a, ver si alguien se anima; 500.000, a la de tres. Retirado el caballo por falta de postor".
Y después salió Tartarín, de tres años y el pelo de color gris plomo. "Un millón de pesetas por este ejemplar. Está bien domado, miren ustedes qué elegancia. Estamos pidiendo un millón, ¿nadie lo tiene?"', suplicaba el presentador. Pero nadie lo tenía. Ni tampoco las 350.000 pesetas que se pedían por el poni Munchie, ni los 2,5 millones de Farolero XIII, ni las 950.000 pesetas de Zar."Es que no hay dinero", "la gente no tiene una peseta, y menos para invertir en un caballo", se oía comentar al público entre las gradas. Los entendidos en caballos apuntaban un dato más: el elevado precio de salida de los ejemplares. "Además de que no hay dinero, el precio que piden es desorbitado para la fisonomía que tienen", razonaba Zacarías Moreno, propietario de 34 caballos y aspirante a comprador en la feria. "Estaba dispuesto a comprar, pero están carísimos. No valen el precio que piden. Mira ése [se referia al caballo Favorito, por el que pedían 1,6 millones] de la pata derecha deja mucho que desear", explicaba. Dicho esto, Favorito se enfadó y enseñó a los allí presentes las pezuñas delanteras.
Entre bastidores, algunos ganaderos se mordían las uñas. Juan Antonio Díaz Polo sujetaba las riendas de sus tres caballos, por los que pedía entre 750.000 y 1,2 millones de pesetas, que acababan de ser rechazados en la puja: "A la cuadra, y a seguir echándoles de comer. No he vendido porque no hay dinero, pero no porque los caballos sean caros. Da vergüenza que no se vendan".
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