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Los 'hombres libres' y el fantasma de Waco

Horas críticas en el encierro en un rancho de Montana de 'milicianos' que no reconocen al Gobierno

Antonio Caño

Toda la atención del FBI estaba ayer concentrada en un rancho de Jordan, una pequeña localidad del Estado de Montana (noroeste del país), donde 16 personas que rechazan la legitimidad del Gobierno de Estados Unidos debían decidir, después de 81 días de encierro, si se entregan a las autoridades que no reconocen o terminan su aventura en un baño de sangre. Tras la salida del rancho de los menores de edad, la policía cree que está a punto de conseguirse un acuerdo para un final pacífico.El acuerdo era negociado ayer por abogados miembros de un grupo ultraderechista con base en Carolina del Norte, denominado Cause Foundation. Los encerrados, que pertenecen a una organización llamada Freemen (Hombres Libres), piden que no se tomen represalia! contra ellos por los delitos de que se les acusa, entre otros, los de fraude y conspiración criminal.

El dirigente de esta organización, LeRoy Schweitzer, cuya detención, el 25 de marzo pasado, dio lugar a los sucesos de Jordan, se entrevistó el miércoles en su celda con los intermediarios, a los quq según fuentes periodísticas, dio su aprobación para un arreglo pacífico.

Ese mismo día, en una entrevista sin imágenes con el periodista Sam Donaldson, Schweitzer daba una idea de la filosofia de los Freemen:

¿Han aceptado ustedes las condiciones del FBI y de las autoridades norteamericanas?

-Esos términos los usa usted, no yo.

-¿Por qué usted no?

-Porque nosotros no somos ciudadanos de Estados Unidos.

-¿De dónde son ustedes entonces?

Somos americanos, somos nacionales americanos, pero no ciudadanos de Estados Unidos.

Esto significa que se niegan a pagar impuestos, que no respetan la autoridad de la policía y que deben a los bancos cerca de dos millones de dólares (260 millones de pesetas) en créditos cuya validez no reconocen. Esos mismos principios, defendidos con las armas, son compartidos por cientos de grupos similares repartidos por EE UU y constituyen el mayor peligro de violencia al que hace frente actualmente el país.

Su propósito es el de regresar a los orígenes de los pioneros que dieron lugar a esa nación y acabar con todo tipo de intromisión del Estado en la libertad individual. Con frecuencia, su actividad coincide con organizaciones supremacistas blancas y otros grupos racistas y de extrema derecha.

Desde que comenzó el encierro en el rancho de Jordan, la policía ha tenido instrucciones estrictas de no utilizar la fuerza. Aleccionados por la tragedia de Waco, cuando más de 80 personas murieron en 1993 en el asalto del FBI para poner fin a una situación similar, las autoridades han tratado a los Freemen con guantes de seda. La mayor represalia tomada contra ellos fue la de cortarles la electricidad el pasado 3 de junio.

Ayer, un centenar de elementos de fuerzas de élite del FBI rodeaba el rancho que sus dueños denominan Justus Township, pero las autoridades no veían más riesgo de violencia que una acción desesperada por, parte de los propios encerrados.

Eso podría ocurrir si las excesivas condiciones de los Freemen, que se niegan a ir a la cárcel, resultaran imposibles de satisfacer. La salida en los últimos días de 10 mujeres y niños, el último de los cuales abandonó el complejo -sobre el que ondea una bandera norteamericana izada al revés, en signo de desobediencia al Estado- el miércoles, ha sido interpretado como un anticipo de que los encerrados piensan rendirse. Pero -tampoco se descarta- que pueda significar, por el contrario, que los más débiles se entregan mientras los más duros se resignan a morir por su causa.

Cerca del lugar, la policía tiene preparadas dos camionetas que parecen destinadas al traslado de los que se rindan. De acuerdo a como han actuado hasta ahora los miembros del Freeman, cabe la posibilidad de que primero salgan del complejo las cuatro personas que superan los 60 años de edad, y que los más jóvenes permanezcan dentro hasta agotar la negociación.

Desde que el encierro comenzó, en medio de los rigores del invierno, la imagen de la carpa montada por el FBI para los contactos con los Freemen se ha convertido en una rutina diaria de la televisión norteamericana. El pueblo de Jordan, una modesta localidad agrícola, quiere poner fin cuanto antes a lo que vive como una pesadilla, y desea que se acabe con ese grupo de matones que predicaban la Biblia a punta de escopeta.

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