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El 'no' unionista a la presidencia de Mitchell bloquea las negociaciones de paz en el Ulster

Las negociaciones sobre el futuro del Ulster quedaron bloqueadas ayer por segundo día en Belfast, tras la caótica sesión inaugural del lunes y bajo los mismos malos auspicios. La tenaz negativa de los unionistas radicales a que el ex senador norteamericano George Mitchell ocupe la presidencia de la mesa, tal y como han decidido los Gobiernos de Londres y Dublín, impidió que se avanzara en las conversaciones. Un iracundo lan Paisley, líder de los unionistas radicales, insistió ayer en que debe buscarse una persona más neutral para ocupar tan decisivo puesto.

El presidente del Partido Unionista del Ulster, David Trimble, se mostró más constructivo y sugirió una fórmula de compromiso consistente en reducir las atribuciones de Mitchell. El lunes, la puesta en escena inaugural, los bellos discursos de los primeros ministros británico e irlandés, John Major y John Bruton, y la protesta escenificada del Sinn Fein, ocultaron durante horas el grado de enconamiento que había alcanzado la sesión, con un lan Paisley decidido a no sentarse a la mesa negociadora si George Mitchell la presidía.Tras horas de discusiones y debate, se optó por dejar al presidente en la antesala, en espera de convencer a Paisley. Pero las cosas no mejoraron. Tampoco durante la jornada de ayer. Mientras Mitchell espera una salida a este nuevo pulso entre los Gobiernos de Londres y Dublín de un lado, que siguen apostando por él, y el binomio Paisley-Robert McCartney, tenazmente opuestos al norteamericano, la mesa ha quedado provisionalmente bajo la presidencia del ministro de Irlanda del Norte, Patrick Mayhew.

Excesivo como una fuerza de la naturaleza, el líder del Partido Unionista Democrático, lan Paisley -junto a Gerry Adams, el jefe del Sinn Fein, uno de los políticos más populares del Ulster- volvió a levantar el hacha de guerra contra Mitchell, un norteamericano católico de origen irlandés que cuenta con las peores credenciales a los ojos del líder unionista radical: ser un enviado de Washington, capital de una potencia extranjera cuya injerencia en los asuntos internos del Reino Unido le parece intolerable a Paisley, y Dublín, símbolo de los demonios del sur y del apoyo incondicional al Sinn Fein, el brazo político del IRA (Ejército Republicano Irlandés). Si a ello se suma que Mitchell presidió la famosa comisión que encontró poco realista reclamar el desarme de los paramilitares -léase el IRA- al comienzo de las negociaciones de paz, se comprende que la figura del asesor del presidente Bill Clinton sobre Irlanda del Norte despierte tanta animadversión en el gran pope del unionismo.

En un último esfuerzo, el ministro irlandés de Exteriores, Dick Spring, suspendió un viaje a Estados Unidos para intentar hallar una salida pactada a la crisis. Por su parte, John Major insinuó en la Cámara de los Comunes que esa solución podría residir en la reducción de las atribuciones que se le han otorgado a Mitchell, como presidente de la mesa general y como presidente del subcomité de desarme.

Pese a los malos augurios, un portavoz de Downing Street declaró ayer que el primer ministro británico no se siente especialmente deprimido por los obstáculos que frenan de momento las negociaciones. "Por lo menos siguen reunidos", dijo la fuente oficial. Lo cual es cierto. Al menos, los representantes de nueve de los diez partidos más votados de Irlanda del Norte, -el Sinn Fein seguirá fuera mientras el IRA, al que representa en la escena política no declare un alto el fuego- siguen acudiendo a las dependencias gubernamentales del castillo de Stormont, en Belfast, y mientras hay diálogo, hay esperanza.

Triunfo democrático

Sin embargo, muchos analistas ven con preocupación la radicalización del bloque unionista, integrado fundamentalmente por un núcleo duro en el que figuran Paisley y el líder del minoritario Partido Unionista del Reino Unido, Robert McCartney, que saludó el veto a Mitchell el lunes por la noche como un "triunfo de la democracia".George Mitchell cuenta a su favor con el apoyo de los Gobierno británico e irlandés y con el del partido nacionalista moderado de John Hume, y la escasa beligerancia del resto de los delegados que toman parte en las conversaciones.

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