Extramuros
Acabo de advertir un hecho inquietante: que todos los estudios de opinión que en el mundo hay están habitualmente divididos por franjas de edad, y que esas franjas, ay dolor, terminan siempre en el filo apocalíptico de los 44 o 45 años. Y así, los encuestados se reparten en segmentos que van, pongamos, de los 15 a los 24, de los 25 a los 35, de los 36 a los 44, y luego, abruptamente, se llega a la frontera del espacio exterior y todo se reduce a un humillante apartado que tan sólo especifica: "de 45 en adelante".Ya sé que no somos eternos, y que el tiempo pasa, y que uno se va haciendo un cuarentón, y después un cincuentón, y después un sesentón, y poco después un muerto, pero aun así, ese ominoso derrumbe en las encuestas me parece demasiado brutal. Es como si más allá de las columnas de Hércules de los 45 sólo viniera la mar del fin del mundo, el océano incógnito por el que se desploman irremisiblemente todos nuestros barcos, nuestras carnes, nuestras esperanzas, nuestras horas, todo nuestro futuro despeñado.
Tal vez los responsables de las estadísticas, que se supone que deben de conocer los intríngulis del comportamiento humano, establezcan esta división porque a partir de los 44 o 45 la mayoría de los encuestados ya no modifica su opinión, interpretación ésta que no sólo no me consuela nada, sino que me espanta, porque no hay mejor manera de morirse en vida que sentarte encima de tus propias ideas y ya no menearte de ese ínfimo rincón del universo. Sea como fuere, ahora que estoy pisando el borde mismo de la nada me fijo más que nunca en aquellas personas que ya lo traspasaron hace tiempo, por ver si es que te autodestruyes o qué pasa. Pues bien, tranquilidad: los hay mayores de 45 con aspecto muy vivo. Pese a todo, extramuros no debe de ser un lugar tan terminal como parece.
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