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Inmunología y política

Juan José Millás

No se veía tanto polen desde la transición, pero entonces estornudábamos menos: o aquellos núcleos espermáticos carecían de virulencia o nuestro sistema inmunológico está roto. De forma que llegas a una reunión y lo primero que haces es buscar al alérgico para ver si en ese grupo está cumplida la estadística y te libras de ser el que ponga los mocos. Últimamente, los alérgicos maquillan mucho sus síntomas con productos farmacéuticos porque flota en el aire la idea de que la sensibilidad a las gramíneas es el resultado de una mala acción, o quizá de un pensamiento impuro, así que algo habrás hecho; es decir, que vuelve también la culpa, debe de ser cosa del eterno retorno. Por eso el afectado hace propósitos de enmienda, igual que el joven con problemas de acné jura no volver a masturbarse cuando se ve la cara en el espejo. Pero da igual: los granos y los mocos vienen y van de forma aleatoria y, por tanto, injusta.Uno de cada cinco madrileños es víctima de esta especie de humillante plaga que, según cálculos sin valor estadístico, sufren con mayor intensidad las personas de izquierda, quizá porque viven más atormentadas. La. derecha disfruta ahora de un sistema inmunológico a prueba de bombas, pero tiene problemas con el santoral porque es imposible llamar Plan José María al Plan Felipe. Todo lo que se ponen a hacer o a deshacer lleva ya el nombre de otro, parece una maldición. No tiene mucha suerte la derecha con los nombres, ni con los apellidos. Antes las cosas se bautizaban solas. Decía Leguina: "Aquí haremos un gran centro cultural", y surgía el nombre como por ensalmo: Leguidú. Luego le sacaba dinero a González para la ampliación del metro, o para los cimientos de la M-50, y enseguida aparecía el Plan Felipe. Pero es que Felipe, además de un nombre, es una marca llena de guiños históricos, un logotipo o sigla a la que sólo le falta el SA. Por eso suena bien, como llamar San Miguel a una cerveza o Princesa a unas bragas. José María, en cambio, sólo sirve para que te llamen José Mari al salir de misa, del mismo modo que Mariscal de Gante es un chollo para los tarjetones o Loyola de Palacio una ventaja para ascender a los altares, y poco más.

La vida siempre hace aguas por algún sitio: no se puede tener todo. En cualquier caso, es más incómodo que haga aguas por las narices que por la M-50. No se veía tanto polen desde la transición, pero entonces éramos jóvenes, teníamos la movida por delante, y el semen vegetativo nos parecía nieve estival productora de energías alucinatorias. Ahora sólo tenemos un gran futuro por detrás y unos ministros/tras cuyos padres, en lugar de abrir una tienda de ultramarinos, que era lo honrado, ponían un tribunal de orden público o cultivaban debajo de la cama un apellido compuesto con el que te podían espetar lo de no sabe usted con quién está hablando y meterte en la cárcel.

El caso es que nos han arrancado el sistema inmunológico, que viene a ser la capacidad de pensar, y estamos pasando una posguerra electoral insoportable, en la que si no te mata un polen te deshace un Álvarez del Manzano. No sabe uno qué responder a las agresiones municipales o autonómicas porque las glándulas, en lugar de, razonamientos, segregan mocos o lágrimas que ni siquiera son de llanto, ya nos gustaría.

Lo peor es disimular que eres alérgico, por si se creen que tienes un conflicto psicológico, como en otros tiempos disimulabas que eras rojo, por si el TOP del papá de Margarita Mariscal. Y lo mejor es cuando llega un neurótico a la reunión y le ves buscar desesperado al alérgico, mientra que tú, para fastidiar, te tragas los mocos y las lágrimas, de manera que al rato, como las estadísticas obligan a uno de cada cinco, empieza a estornudar al tiempo, que tus conductos nasales se despejan y le pasas el síntorna, que también en el reparto de estas cosas hemos de ser solidarios, al menos mientras recuperamos el sistema inmunológico o la Consejería de Medio Ambiente, influenciada por el talento ecológico de Isabel Tocino (otro apellido con proteínas rancias) manda talar los árboles productores de cuerpos espermáticos. No se veía tanto polen desde la transición, etcétera.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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