Europeización bajo tutela
LA OTAN se europeíza. Pero bajo la tutela de Estados Unidos. Y no podía ser de otro modo. El paso decidido ayer en Berlín en la reunión ministerial del Consejo Atlántico le ha costado a la Alianza más de dos años. Y aún habrá de concretarse en los muchos detalles que quedan pendientes y son en parte vitales. Todo ello es significativo. Washington siempre ha tenido sentimientos encontrados respecto a la integración europea. La quiere y la empuja, pero teme muchas de sus consecuencias. La famosa Identidad Europea de Defensa parece ahora trasladarse al seno de la propia Alianza. Atlántica, al menos de momento. Los aliados europeos ganan así un respiro para poner su propia casa en orden y buscar medios para reducir su cómoda dependencia de Washington.La OTAN aprobó ayer un paso más para adaptarse a las realidades y a las necesidades de esta nueva era tras la guerra fría. Los 16 aliados acordaron las bases para las llamadas Fuerzas Operativas Conjuntas Combinadas (CJTF, en sus siglas en inglés). Esto supone que si EE UU decide no participar en una operación de paz -no de defensa del territorio aliado, que se rige por el compromiso de defensa colectiva- considerada necesaria tanto por Washington como por los aliados europeos, éstos podrán disponer bajo mando de la UEO de unidades y armamento asignados a la OTAN y material norteamericano aportado para la seguridad de Europa, ya sean medios logísticos, satélites o cuarteles generales. Pero -y era previsible- en cada caso los aliados tendrán que ponerse de acuerdo, lo que significa que Washington mantiene en la práctica el derecho de veto y una tutela sobre la europeización de la OTAN. El desarrollo de este concepto se ha visto facilitado por la realidad sobre el terreno en la antigua Yugoslavia.
Los aliados europeos, especialmente Francia, han exigido que este concepto de desarrollo del pilar europeo se aplique no sólo en caso de crisis, sino también en tiempo de paz, plasmándose en la cadena de mando de la OTAN y en ejercicios y maniobras. Estados Unidos parece haber abandonado gran parte de su resistencia al respecto. Y eso en un año electoral que no propicia precisamente concesiones norteamericanas. El surgimiento de este pilar europeo es una condición para que Francia normalice su relación con la OTAN, 30 años después de que De Gaulle abandonara su estructura militar. Porque Francia no busca la reintegración en una vieja estructura, sino su plena incorporación en una alianza de nuevo tipo. Los estudios para renovar la estructura de mandos, para simplificarla, hacerla más flexible y adaptarla a las nuevas misiones deberían desembocar en una decisión formal en los próximos meses.
Es ésta una reforma que interesa especialmente a España, pues puede facilitar una normal participación en todas las estructuras de la OTAN. Incluso para suprimir un escollo como el que supone la existencia de un mando subordinado en Gibraltar. El ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, fue cauto ayer al plantear tales futuribles. Tal cautela se justifica, al menos, con que España no puede permitirse una nueva división política y social interna sobre a la OTAN. Todo nuevo paso deberá hacerse desde un amplio consenso. Al Gobierno corresponde fomentarlo. El resultado será en todo caso una organización de seguridad muy diferente de aquella en la que entró España en 1982 y sobre la que se celebró el referéndum. Será una alianza con menos fuerzas y menos armas, con una estructura más ligera, con un mayor peso de su componente europea, con diálogos y procesos de cooperación con el Este y con el Sur y con vocación de integrar a algunas de las nuevas democracias centroeuropeas. Pero tendrá que mantener intacto el imprescindible vínculo transatlántico de seguridad, el fundamento que ha garantizado su éxito durante casi cinco décadas.
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