Tarea común
Hemos visto en la televisión esa ruina de barco cargado de seres humanos huyendo de un horror para caer en otro. Hemos visto igualmente, aquí en Madrid, unas familias desalojadas por la fuerza de sus chabolas -ilegales, por supuesto-. Seguimos viendo ¡tantas cosas! Pero a la inmensa mayoría de nosotros no nos falta techo, ni comida, ni superfluidades; nos condolemos con esas imágenes, que apenas si alteran nuestra digestión.¿Qué hacer? ¿Qué podemos hacer? Muchas cosas, menos mirar para otro lado. La injusticia de unos prójimos carentes de vivienda, o de unos lejanos muriendo por vivir en zona de intereses económicos bastardos no se remedia con oraciones, ni cabe echar la culpa al sistema o a la pereza o incultura de los afectados. Todos somos culpables. Entre todos podríamos arreglar ésos y otros muchos problemas. Cada uno desde su responsabilidad, hay que pensar en los demás, elaborar leyes más justas y humanas que prevean situaciones de carencia, que eviten miserias, dictar resoluciones fundadas en la ley, sí, pero matizadas por la equidad, elegir administradores honrados de la cosa pública y exigirles una dedicación absoluta a la tarea de servir a sus semejantes, sobre todo a los menos dotados para las reivindicaciones, lo que significa construir más casas, menos catedrales; mayor eficacia, menos boato; más trabajo, menos ostentación.
Debemos reflexionar para ver la manera de ser, más exigentes con nosotros mismos en nuestro trabajo diario, cómo materializar eficazmente nuestra contribución a la tarea común de construir un mundo donde no se den y, por tanto, no puedan verse esas escenas de barcos herrumbrosos o familias desahuciadas.-
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