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Los socialdemócratas checos logran un espectacular avance electoral y acortan distancias con Klaus

ENVIADO ESPECIALTambién en la República Checa los sondeos electorales se equivocan, en este caso para desgracia del primer ministro conservador, Václav Klaus, al que todos daban ganador de largo. Con datos oficiales difundidos a las once de la noche sobre un tercio de los votos contados, su único rival, el Partido Socialdemócrata de Milos Zeman, obtenía un 26% de los sufragios, sólo tres puntos menos que Klaus.

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La subida en flecha de la fuerza centroizquierdista, a la que las encuestas más optimistas no concedían más de un 22% de los votos, representa un vuelco en el panorama político checo y, de confirmarse la tendencia, el fin del reinado absoluto de Klaus y el comienzo de un periodo de ajetreo parlamentario, con un país dividido entre derecha e izquierda.Con unos resultados finales en la línea apuntada, Klaus, un thatcherista convencido que ha puesto en su país en el Guinness de los récords económicos entre los poscomunistas, no podrá formar un Gobierno estable. Para ello se requieren 101 votos en un Parlamento de 200 escaños, pero el partido gobernante, que perdería al menos 10 de sus 76 diputados actuales, y sus socios de coalición -la Alianza Democrática Cívica, con 14, y la Unión Demócrata Cristina, con 17- no llegarían a la cifra mágica. Salvo que el final del recuento en las grandes ciudades les proporcione los escaños que necesitan, o que busquen la ayuda de un grupo de extrema derecha, el Partido Republicano, que conseguiría 18 diputados y al que Klaus ha ridiculizado frecuentemente. En cualquier caso, se ha acabado una época en la política checa.

La consternación era evidente a media tarde en el cuartel general del partido gobernante. Las cámaras de televisión se volcaban en los locales socialdemócratas, donde su jefe Zemin contenía a duras penas su júbilo. El primer ministro se limitaba a declarar: "La diferencia entre nuestro partido y los socialdemócratas era menor de lo que creíamos", y rechazaba especular sobre eventuales coaliciones.

Tampoco los socialdemócratas, que ganarían la friolera de 45 escaños para colocarse en 61, estarán en condiciones de gobernar, toda vez que su líder excluía ayer cualquier alianza no sólo con el partido derechista del actual primer ministro, sino también con los comunistas, que tendrían 23 parlamentarios después de perder 12, y con los republicanos. Los socialdemócratas han recogido votos tanto de los comunistas como de la derecha.

Al menos una decena de partidos de los que concurrían a estos comicios, que finalizaron a las dos de la tarde de ayer, se quedan en la cuneta por no alcanzar el 5% de los votos. Los electores checos han entregado esta vez su papeleta a las fuerzas que estimaban podrían alcanzar representación en el Legislativo.

La región industrial y obrera de Moravia, la mitad oriental del país, parece haber decidido la suerte de la votación volcándose mayoritariamente, más del 35%, por el socialdemócrata Zeman. Praga, sin embargo, se ha decantado claramente por Klaus. De confirmarse estos resultados, los checos, como antes la práctica totalidad de los antiguos países comunistas de la región, habrían dado un voto de castigo a la implantación capitalista a uña de caballo, pese al indiscutido éxito económico de la drástica vía Klaus.

El voto checo es especialmente significativo porque se produce en una sociedad cuya riqueza crece al 4% o 5% anual, en la que los sueldos aumentan y donde el paro no supera el 4%. Las contradicciones afloradas en esta carrera hacia la prosperidad se han canalizado hacia el voto útil a la izquierda moderada.

Los dos últimos años de la etapa Klaus han estado asociados a los escándalos económicos y a la corrupción de cuello blanco. Un trago amargo para un cuerpo social que se percibía más o menos igualitario.

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