Noble y monumental

Tras el paso de unas décadas parece no haber problema entre el público y la música actual. Se trata, tan sólo, de autores y de obras, como decía Berio. Las de Cristóbal Halffter han vencido todas las barreras y a la consideración de la crítica europea se une el aplauso masivo del público. En el plazo de tres meses es casos hemos asistido a la apoteosis de Las turbas, en Cuenca, y ahora a la del Memento en Valencia.Escrito por encargo de la Filarmónica de Dresde, para festejar su 125º aniversario y también para conmemorar el de su bombardeo y destrucción, llega ahora la importante partitura de Cristóbal Halffter a España interpretada con la perfección propia de la Orquesta de Valencia un instrumento sinfónico precioso y apto para todo repertorio.

Dirigió con el conocimiento extremado de la autoría Cristóbal Halffter y las cuatro partes de la obra nos hablaron, dentro de la unidad general, de sentimientos e impresiones contrastados: la fiesta por la celebración musical, el dolor intenso por la ciudad abrasada como tantas otras durante la cruel guerra mundial y la entraña lírica, en la que parece cantar los timbres, que rara vez falta en este compositor.

Partitura grande y hermosa, firme en sus ocultas estructuras distanciada en ocasiones, vertida sobre nosotros en un mar de sonoridades, en otras minuciosa en el trabajo de detalle y, al margen de las distintas motivaciones, consecución objetiva de arte noble y monumental. Música, también, difícil de interpretar, pero la centuria valenciana, al mando del compositor, la abordó como si se tratara de algo de repertorio: fuerza colectiva y raras cualidades individuales hacen de esta sinfónica la perla orquestal del Mediterráneo.

Luego, La canción de la tierra, ese Mahler que supera con su poética sonora y su dialéctica sombría e introvertida la poética venida de Oriente entendida y. comunicada con profundidad y sin falso exotismo. Quizá la culminación de estos lieder sinfónicos estrechamente articulados en un cuadro extenso, expresión terminal de un mundo y una larga época, se alcanza en el canto De la belleza.

Palabras que cuadran perfectamente a la voz, el arte y la expresividad singularísima de la soprano checa Dagmar Peskova, verdaderamente estremecedora; junto a ella el tenor americano Ronald Hamilton aportó gravedad y noble entonación.

Halffter fue feliz con estos pentagramas que le son tan queridos y que traduce de manera espléndida. Triunfó así el director tanto como el compositor. Y triunfamos todos los asistentes a esta jornada de elevadas emociones y significaciones estéticas.