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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crimen y respuesta

CON EL atentado de ayer en Córdoba, ETA ha querido, sin duda, tantear la capacidad de respuesta del Gobierno de Aznar provocando al Ejército. No es casual que la primera actuación criminal de la organización terrorista desde el cambio de Gobierno lleve esa impronta. Provocar al Ejército ha sido siempre, el objetivo más deseado por ETA en los momentos más importantes o singulares de la vida política. Lo ha sido, sin duda, la llegada por primera vez al poder de un Gobierno de centro-derecha, como lo fue la victoria de los socialistas en octubre de 1982. ETA pretendió entonces condicionar el dictamen de las urnas asesinando al jefe de la División Acorazada Brunete, general Víctor Lago, y hoy ha pasado su primera tarjeta de visita al Gobierno popular llevándose por delante la vida del sargento de Ingenieros de 27 años Miguel Ángel Ayllón.ETA mata cuando y donde puede, suele afirmarse para resaltar el sinsentido y la aleatoriedad de sus atentados. Y es cierto. Pero ello no es contradictorio con que la organización terrorista seleccione sus objetivos para hacer el mayor daño posible tanto humano como político. Ayer, en Córdoba, ETA buscaba hacer todavía más daño que el ya de por sí terrible de quitar la vida a un joven militar y de causar heridas de diversa consideración a otras cuatro personas.

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Si el Objetivo de la bomba era atacar a todos los militares que allí esperaban el transporte para dirigirse a su acuartelamiento, el de los dos coches bomba dejados en las proximidades no podía ser otro que golpear indiscriminadamente a la población de Córdoba. Estos métodos muestran claramente que la intencionalidad criminal de ETA era mucho mayor de la que finalmente lograron. Pero la organización terrorista debería saber que seguir golpeando a las Fuerzas Armadas sólo lleva a aumentar trágicamente el número de militares entre sus víctimas -lo son ya más del 10% de las casi 800 que ETA tiene sobre sus espaldas-, pero nunca a causar el desfallecimiento del Gobierno, de todas las fuerzas políticas, de los propios estamentos militares, de las instituciones y de los ciudadanos en general en la lucha decidida contra el chantaje de la violencia. Ayer, la espontánea, masiva y pacífica concentración de ciudadanos cordobeses formada inmediatamente tras el atentado da una idea cabal del grado de repulsa social que los terroristas han conseguido concitar contra sus criminales actuaciones.

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Si ETA quería probar el grado de firmeza y la cohesión de la política antiterrorista del nuevo Gobierno, el presidente Aznar dio ayer cumplida respuesta al afirmar que "no utilizará muchas palabras de condena para referirse a sus atentados, sino que actuará con hechos". Y el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, fue aún más explícito al advertir que "'colocando cadáveres sobre la mesa" no se consigue nada. La reacción unánime de todas las fuerzas políticas ha sido reivindicar el valor de los pactos antiterroristas, reforzar la cooperación con Francia y hacer causa común con una política de Estado que, por serlo, no puede ser rectificada de un día para otro.

ETA sabe desde ayer que la unidad de las fuerzas democráticas es hoy más firme que antes, Como lo demuestra el apoyo sin fisuras dado al Gobierno por el portavoz del Grupo Socialista, Joaquín Almunia. Y conoce también cuál será la reacción del nuevo Gobierno si persiste -como lo viene haciendo desde que hay democracia en España- en querer doblegar a la sociedad y las instituciones mediante la estrategia del coche bomba y del tiro en la nuca.

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