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Estados Unidos asegura que no quiere que estalle la guerra comercial con China

Antonio Caño

El secretario de Estado estadounidense, Warren Christopher, aseguró ayer que "EE UU no quiere una guerra comercial con China", pero está decidido a seguir adelante con las anunciadas sanciones contra ese país en defensa de sus propios intereses nacionales. En un discurso presentado como el más importante sobre China pronunciado hasta la fecha por un miembro de esta Administración, Christopher aseguró que la máxima prioridad norteamericana hacia China es la de impulsar el crecimiento económico de ese país para no condenarlo al aislamiento.

Warren Christopher aseguró que Estados Unidos defenderá la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio "en términos aceptables". Prometió que Washington seguirá favoreciendo la inversión en los negocios en China, pero sin renunciar a buscar mejoras en el respeto a los derechos humanos. Anunció, como el propio presidente Bill Clinton había dicho horas antes, que el Gobierno norteamericano quiere prorrogar el estatus de nación comercialmente más favorecida para China. Y aseguró, en términos muy favorables para Pekín, que Taiwan tiene que aceptar la política de una sola China, y que la reciente presencia militar de Estados Unidos en el estrecho de Formosa tenía el propósito de "disuadir a ambos bandos".El secretario de Estado explicó, en un discurso pronunciado en Nueva York ante varios grupos de expertos sobre problemas internacionales, que las relaciones de Estados Unidos con China deben estar basadas en tres principios:

- El desarrollo de China como una nación segura, abierta y próspera.

- La completa integración de China y su activa participación en la comunidad internacional.

- El mantenimiento del diálogo y el compromiso con China, sin renunciar a las medidas que sean necesarias para proteger los intereses norteamericanos.

"Rechazamos el consejo de los que proponen contener o aislar a China. Estigmatizar a China como un demonio es tan peligroso como ilusorio", declaró Christopher, que no ha viajado a Pekín desde que el año pasado fue sometido a una fuerte humillación diplomática por sus críticas sobre los derechos humanos.

En el campo en el que el secretario de Estado destacó con más firmeza las discrepancias con China fue en el de las relaciones comerciales. El miércoles pasado el Gobierno norteamericano hizo pública una lista de sanciones a productos de importación chinos por valor de 3.000 millones de dólares (unos 380.000 millones de pesetas), como represalia por la piratería en China de bienes estadounidenses.

"Permítanme dejar claro", dijo Christopher, "que no queremos una guerra comercial con China. La lista de sanciones que hemos publicado no debe ser interpretada como el final de un proceso, sino como un paso que podría llevar a un final feliz. Dicho esto, China, igual que cualquier otra nación, tiene que cumplir con los acuerdos y las responsabilidades del comercio internacional, y nadie debe poner en duda que nosotros haremos todo lo que sea necesario para proteger nuestros intereses".

Deterioro de las relaciones

China y EE UU se han dado un plazo de un mes para negociar a fin de evitar una guerra comercial sobre la que algunos expertos han advertido que tendría consecuencias catastróficas para el desarrollo del país asiático, para Estados Unidos y para el conjunto de Asia. Uno de los peores efectos de esa guerra sería el deterioro en conjunto de las relaciones entre Washington y Pekín."China puede cambiar la balanza entre la estabilidad y el conflicto en Asia", reconoció Christopher. "Nuestras diferencias tienen que ser resueltas por medio del compromiso, no del enfrentamiento. Estados Unidos y China comparten muchos intereses que sólo pueden ser satisfechos cuando nuestros dos países cooperan de forma constructiva".

La renovación del estatus de nación más favorecida, que permite a China comerciar con EE UU en condiciones favorables, será el primer paso en esa cooperación. Clinton tiene previsto tomar esa iniciativa en junio. Pero la renovación debe ser después ratificada por un Congreso donde con frecuencia se pide una política más dura hacia Pekín por sus carencias sobre derechos humanos y su trato a Taiwan.

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